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Columna

México, 2 de octubre, 1968

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El 2 de octubre de 1968, al final de la tarde, fui al Palacio de Correos, bella estructura de estilo barroco en la avenida San Juan de Letrán, en ciudad de México, para enviar una carta a mi familia en Cartagena. En esa fecha apenas cumplía once meses de estar en ese país.

El llamado D.F. tenía más de doce millones de habitantes, salí del edificio y en la acera adyacente al Palacio, observé con sorpresa a una anciana que lloraba y decía: “Mataron a los jóvenes en Santiago Tlatelolco”.

Nadie le prestaba atención, en las grandes ciudades todos caminan con afán y ni siquiera miran a los otros caminantes; quedé impresionado pues ya sabía algo de la política del régimen autoritario del presidente Gustavo Díaz Ordaz y de Luis Echeverría, su secretario de gobernación. Regresé a mi residencia y busqué en la radio las emisoras para escuchar alguna noticia, esa era una costumbre aprendida en Colombia. En la radio no hubo noticias, tampoco en la televisión.

Al día siguiente, en el Instituto, un compañero mexicano, José Esquivel, me contó lo que sucedió: los estudiantes de la Universidad Nacional y otras universidades realizaban una manifestación en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, y un Batallón militar, Olimpia, vestido de civil, disparó contra los manifestantes. Los militares se identificaban entre si con pañuelos blancos en su mano izquierda. Fue una auténtica masacre, nunca se supo la cantidad exacta de los muertos.

Los mismos militares recogieron en la noche los cadáveres en camiones y los llevaron con rumbo desconocido. El régimen del PRI y el sexenio de Díaz Ordaz se caracterizó por el control de la prensa. Los principales diarios y noticieros no publicaron la noticia y los que lo hacían informaban que se trató de unos “terroristas o comunistas” que se habían enfrentado a las autoridades. Solamente el The New York Times informó sobre la masacre en la Plaza de las Tres Culturas.

Los XIX Juegos Olímpicos debían inaugurase el 12 de octubre, Díaz Ordaz y su secretario dieron órdenes precisas para eliminar la protesta, no quería que ese mitin estudiantil empañara el evento. La conocida periodista Oriana Fallaci estuvo en el sitio y resultó herida. Años más tarde la escritora Elena Poniatowska publicó el libro “La noche de Tlatelolco”, en el cual hizo un relato de la masacre con documentos fidedignos.

Como secuela de ese sangriento episodio, el escritor Octavio Paz, que era embajador de México en la India, renunció al cargo en solidaridad con los estudiantes inmolados. El expresidente Lázaro Cárdenas se mostró sorprendido por la acción del ejército mexicano contra su pueblo.

“Los mismos militares recogieron en la noche los cadáveres en camiones y los llevaron con rumbo desconocido. El régimen del PRI y el sexenio de Díaz Ordaz se caracterizó por el control de la prensa”. 

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