Se le define como un holgazán, bueno para nada, pero significa mucho más que eso. Es un personaje. Ejerce su liderazgo de sabrosura en sectores populares, pero está en todos los estratos. El camaján es un astro en su barrio, adopta modas estrafalarias que impone dentro de un estilo. Enfrenta con alegría la adversidad. Incorpora al caminar cadencia que parece preludio de una danza de intenso ritmo y calistenia.
Su atuendo es especial. Los colorines no lo asustan: "estamos en el Caribe". Llama a sus zapatos timbales, quizás porque marcan el compás. Suelen ser combinados en dos colores. Zapatos capricho, que terminaron imponiéndose hasta en las más altas esferas.
Antes los camajanes también usaban sobre el cuello de la camisa un pañuelo. Una especie de bufanda en la canícula del trópico, con la imposible misión de evitar sudores al cuello de la camisa. Los pantalones con una boca tan estrecha, que casi parecían uniformes de béisbol. La camisa, con un par de dobleces en sus mangas. Algunos remataban con una “esclava” en la muñeca.
Por lo general no trabajan, intentan “vivir del bobo”. Pero muchos tienen oficios que no riñen con su vocación. Gozan con su estrambótica elegancia y swing. Se proclaman símbolo de la cheveridad: ¡un gustador!
En un baile sabatino “tira pasos” ensayados durante toda la semana. En su atuendo no hay una arruga, es exigente en la raya del pantalón y los zapatos relucientes.Nos preguntamos qué fue primero, el aguaje o el béisbol. En nuestro medio antes de ser pelotero hay que tener el ‘caminao’ y los gestos que corresponden a la actividad. Una especie de toreo de salón. Pensábamos que esto era en todas las latitudes, pero nos sorprendió que en las Grandes Ligas los gringos no llegan a esos extremos. Definitivamente son vainas exclusivas del Caribe. Su origen: la camajanería.
La presencia de los camajanes no se reducía al barrio y al béisbol. Esa soltura de movimientos configuró un estilo en el Caribe. Ha llegado a eminentes escritores, así como a potentados. Algunos con pretensiones de ciudadanos del mundo, conservan gracia en sus apuntes, su andar y sus gestos.
Es en esencia urbano. Su centro de gravedad, el Caribe. El mar, su proximidad al puerto y los buques, un hechizo para sus pretensiones cosmopolitas de bacán. Detesta el vallenato y se compromete con lo antillano.
El camaján no es una especie en vía de extinción. Simplemente evolucionó: cambió la detonante camisa por guayabera. Puede ser menos dura su indumentaria, pero seguirá ejerciendo de "jefe" y prototipo de un mundo lleno de cadencia afrocaribe. Está al día en tendencias musicales, pero Benny Moré, Daniel Santos, y la Sonora, son los clásicos. Joe Arroyo un tótem: escucha radio 24 horas. Desprecia la televisión centralista y futbolera. Por lo general es apolítico y escéptico. Rechaza la carreta. No come cuento.
“La presencia de los camajanes no se reducía al barrio y al béisbol. Esa soltura de movimientos configuró un estilo en el Caribe”.