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Columna

Sin mermelada no hay Gobierno

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Esa premisa es falsa. Y la gobernabilidad del presidente Duque no está en riesgo.

Ni la seductora y adictiva golosina, va a trocar sus abundantes y empalagosas raciones por cero mermelada como lo prometió, juró y corearon ufanos sus aliados en campaña, candidatos al Congreso de la República, que ocurriría en su gobierno.

Y mucho menos, a cambiarse por la altisonante promesa de participación en la construcción de un nuevo país, que no por partidas regionales, cupos indicativos, burocracia pura y alta, como es del tenor del sistema.

Cuanto sí es cierto, es que hoy la mermelada fluye con la misma viscosidad, peso, textura y velocidad que ha fluido, de Pastrana Arango para acá, incontenible, endulzante y enriquecida con nuevos sabores, olores, colores, nutrientes, calorías de alto valor agregado y demanda creciente.

Y más temprano que en cualquier otro gobierno, en este de Duque se implementó el mecanismo, la vía asfaltada y expedita de los talleres Construyendo País, que no vienen a ser nada distinto que la gran despensa desde donde se repartirán cada sábado las raciones de mermelada correspondientes a los congresales que, al decir de ellos, representan a “sus” regiones.

Esta de Duque, es una mermelada que tiene una característica muy particular: a quien siendo congresista, senador o representante, jefe de partido o facción, no se le darán puestos en esta primera prueba de adaptación al nuevo recipiente, sabor y peso de la mermelada, pero tampoco se le quitarán los que traía del recién fenecido periodo doble de Santos, con lo cual se asegura la contraprestación en gobernabilidad, votos o cualquier ardid que requiera el presidente en el Congreso para aprobar sus proyectos y reformas.

Clientelismo de fina ley, que es el nombre genérico registrado para el adictivo producto que el ministro Echeverry bautizó con el goloso y empalagoso apelativo de mermelada, y luego Carrasquilla, el de los bonos sin agua, en los días de la abundancia y el trueque a manos llenas de potes de aquella adictiva confitura, trapicheó por leyes a futuro que beneficiaran intereses particulares.

De modo tal, que el cuento de la gobernabilidad en entredicho es otra falsedad.

De llegarse a dar el siniestro de gobernabilidad en el mandato de Duque, siniestro llamamos los aseguradores a la ocurrencia del riesgo, no es verdad que su causa eficiente sea la eliminación de la mermelada que se produce en las cocinas de la Casa de Nariño y se reparte en el Congreso de la República vía Construyendo País, una versión de sábados felices pero edulcorada, porque aquella ni se ha acabado ni ha dejado de producirse un solo día.

Las causas de esa muy lejana posibilidad de ingobernabilidad son otras y habrá que buscarlas con más objetividad, ponderación y al margen del deseo.

“Esta de Duque, es una mermelada que tiene una característica muy particular: a quien siendo congresista, senador o representante, jefe de partido o facción (...)” 

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