La corrupción es un vicio que corroe la República. Combatirla es un deber, sin olvidar, con Séneca, que “mientras mas corrupto es el Estado, mas leyes tiene”. La mesura aconseja la visión holística del gobierno, para no caer en contraproducentes extremismos.
En una democracia representativa, desde la Presidencia hasta los cuerpos colegiados requieren profesionales de la política probos, que hagan de su vida el servicio honesto a la Nación y a su comunidad, y cuyo premio legítimo sean los honores que conllevan los cargos. Se necesitan porque el Estado es complejo y no para recién llegados que aprendan en el puesto. Carlos Lleras Restrepo fue toda su vida un profesional de la política que debió a la rectitud, pero también a la experiencia, el gobernar con tino. Aquí, y en el mundo, el afán por entregar el gobierno a bisoños, dizque sin mácula, resulta peor que la enfermedad.
La tendencia de los Ayatolas del día es hacer tabla rasa. Si eres político eres corrupto. Calma. Es cierto que la tabula ética hoy está lejos de ser rasa. Los estándares se deterioraron y se llegó a la relajación que lastimosamente afecta a una parte de los profesionales de la política, para quienes el Estado es un botín. Hay que enderezar esa dislocación con mano fuerte antes de que las gentes desesperen y se lancen a tomarse la Bastilla.
En los últimos tiempos, asesinos mediáticos e ÍAS en plan de figurar como paladines de buenas causas se dedican a enterrar a toda la clase política, aunque muchos profesionales de la política no sean corruptos. Hay que aprender a distinguir; de que los probos trabajen con rectitud depende que se repriman las vagabunderías. Son los aliados.
Don Sancho Jimeno vivió una de las etapas mas corruptas del imperio español. Al mismo tiempo fue testigo de la maravillosa tarea del gobernador Díaz Pimienta (1699-1705), burócrata como el que más, por restablecer Cartagena después de la postración en que la dejó el saqueo de 1697, que don Sancho, heroico, trato de prevenir. En todo tiempo hay justos.
Por estos días acaeció un caso de sangre en el circo. En medio del hastío del país con el desgobierno y corrupción en Cartagena, y justamente por tratarse de ella, se emberrenchinó la jauría. Y no sin razón. Indignó el episodio final de unos ladrones que llegaron a la alcaldía de la ciudad hace tres años a robar sin asco, sin que, por rubor siquiera, esbozaran un programa. No eran clase política, pero de todas maneras los políticos tenían que ser los culpables. Su corolario: todos son unos truhanes.
Pero no es así, aunque en la algarabía se llegó al extremo de que todo un expresidente se rebajara por apetencias políticas y favorecimientos a dudar, por twitter y sin fundamento, de la honra del recién nombrado alcalde de Cartagena, un profesional de la política y servidor público probo y eficaz, ajeno a las mafias. Lo que se necesita. Por su prestigio local, arranca con gobernabilidad, un bien precioso en una ciudad incrédula. Un paréntesis para que gobiernen los buenos.“Indignó el episodio final de unos ladrones que llegaron a la alcaldía de la ciudad hace tres años a robar sin asco, sin que, por rubor siquiera, esbozaran un programa.”