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Columna

Camino a las Lajas

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El pasado viernes, servidores de la Arquidiócesis; el Colectivo de Comunicaciones de Nelson Mandela, que hace el documental sobre el padre Cirujano; y la comunidad juvenil de la parroquia de San Jacinto, hicimos el mismo camino que este sacerdote martirizado realizó el 29 de mayo de 1993. 

Después de orar, en el nuevo oratorio de la parroquia, y de confiar a Dios nuestra presencia en esa entraña montemariana, testigo silenciosa de su muerte, nos pusimos en camino hacia  las Lajas, vereda de san Jacinto, del corregimiento Paraíso, donde hay 50 viviendas, 280 personas y una escuelita que tiene 42 estudiantes. El señor Héctor, nuestro conductor y guía, nos dijo que eran tres horas de viaje, dependiendo del camino y la lluvia. 

Lo primero que constatamos, debajo del aguacero, fue el estado de las vías que conectan la ruralidad con su cabecera municipal. Es claro que la Colombia profunda, la que le dijo sí a la paz, sigue siendo un territorio con vacíos de Estado, así hoy no tengan la triste presencia de paramilitares y guerrilleros.

Nuestra primera parada, después de una hora de camino, la hicimos en lo que la tradición oral de los campesinos ha denominado “La Loma del cura”. Es un hermoso lugar en Arroyo de María, donde el padre Cirujano tuvo su pequeña parcela en la que cultivó árboles frutales en asocio con los campesinos y distribuyó bienestar a todos. Saludamos a las familias y con ellas hicimos memoria agradecida del padre. 

Después de pasar el emblemático Cerro de Maco y el mirador de la Loma del Plátano, descendimos hasta el corregimiento de Paraíso, pasando por un ecosistema natural de agua y naturaleza que nos recordó por qué los campesinos afirman que en Montes de María la mano de Dios acaricia la tierra.

De Paraíso seguimos hacia las Lajas, camino que en tiempos del padre Cirujano sólo se podía hacer en un mulo. A las dos de la tarde llegamos al sitio donde el padre celebró con ellos primeras comuniones, bautizos y matrimonios. Nos acogieron muy bien y se alegraron con nuestra visita. Escucharlos y orar con ellos, nos permitió conocer la real situación de esta comunidad en la que el sacerdote había ofrendado su vida: sin vías de acceso, sin luz y con sus necesidades básicas insatisfechas.

Los líderes de la comunidad agradecieron el encuentro, pero, sobre todo la oportunidad que tuvieron de que su versión sobre lo sucedido finalmente fuera escuchada. Expresaron el dolor y la tristeza que les produjo la muerte del primer sacerdote que llegó a ellos. Nos indicaron el sitio de la retención y primera sepultura, ayudándonos a entender también, las motivaciones del padre Cirujano para llegar hasta ellos.

Al final, y ya para venirnos, un anciano de la comunidad se acercó y me dijo: “el padre nos había prometido la virgencita de las Lajas”. La traeremos, le dije.“Expresaron el dolor y la tristeza que les produjo la muerte del primer sacerdote que llegó a ellos. Nos indicaron el sitio de la retención y primera sepultura (...)” 

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