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Columna

Los nuevos guerreros (*)

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El conflicto interno colombiano afecta a los compatriotas ocasionando inestabilidad y desasosiego; altera la capacidad de sindéresis de políticos, escritores, y uno que otro analista de la región andina, que en escritos promueven una alternativa belicista contra Venezuela. Esa reacción merece un doble análisis sociológico y psicológico, debido a la implicación sadomasoquista que revela.

La paz debe prevalecer tanto en el contexto mundial como en el colombiano. Participamos de ese anhelo por principios de conciencia fundamentados en el conocimiento de la historia de un país en desarrollo, inmerso en innumerables contradicciones. Colombia no es una potencia para asumir un papel de perdonavidas como el que le asignan los nuevos guerreros.

No creemos que las guerras sirvan para alcanzar el progreso o el bienestar ciudadano y la confraternidad entre las naciones. Los conflictos tienen la finalidad de obtener o imponer ventajas económicas. Rechazamos la violencia interna colombiana, así como las guerras entre las naciones.

Sentadas esas premisas basadas en un análisis de conciencia, es menester entrar en el examen de otros elementos que dejan como verdaderamente extravagantes esa actitud. Otra razón para estar contra la guerra tiene que ver con Cartagena, ciudad estratégica y vulnerable, puerto marítimo y fluvial con una base naval en zona residencial y una zona industrial que incluye una refinería petrolera. Esas características hacen de Cartagena el primer objetivo a destruir en cualquier guerra contra el país y no sucede igual con Bogotá u otras ciudades.

También las hay de carácter histórico. Ergo, es menester recordarles a los nuevos guerreros que, en la lucha por la independencia, en la historia real y no en la maquillada, el libertador Simón Bolívar llegó a la Nueva Granada a independizarnos del imperio español con el poco apoyo de las gentes del virreinato. Resulta evidente que la región andina en forma atávica ha sido proclive a los imperios, de allí su cohabitación en claro contubernio con los imperialistas de turno.

En un conflicto bélico con Venezuela los guerreros andinos no sufrirán las consecuencias del ataque con misiles u otro tipo de armamento. Cartagena, por su situación estratégica, sería el blanco preferido. Y tenemos la certidumbre de que los provocadores en las primeras de cambio se esconderán en la Embajada norteamericana.

¿Qué interés tienen los guerreros andinos con su persistente injerencia en la política interna venezolana? En Colombia hay sobrados motivos de preocupación por la conflictiva situación interna.

“Esas características hacen de Cartagena el primer objetivo a destruir en cualquier guerra contra el país y no sucede igual con Bogotá u otras ciudades (...)”.

 

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