Los resultados positivos en el fútbol se consiguen muchas veces por casualidad o con mucha suerte. También suelen ser fruto de procesos, planificación o por el principio de causalidad.
Los finalistas Francia y Croacia conjugan esas dos variables en este Mundial. Francia llega sobrada, con un proceso y planificación de cinco años liderado por el técnico Didier Deschamps. Croacia llega con lo justo, entró en Rusia a los tumbos tras el repechaje con Grecia, ahora ganó tres partidos en tiempo suplementario, dos por el azar en los penales y con Zlatko Dalic, un técnico de solo ocho meses sin tiempo para la planificación debida.
Los dos estilos sobrevivirán. Los jóvenes franceses tienen esa verticalidad ahora aplaudida y “una personalidad excelente”, según Deschamps. Los croatas, más añejos, son de la escuela del tiki-taka, tienen un medio campo asfixiante y llegaron a la final a puro “corazón, orgullo y carácter”, según Dalic.
Francia quiere su segunda Jules Rimet y reivindicarse de la última final en la Eurocopa perdida ante Portugal. Lo de Croacia ya es épico, considerando el repechaje, los tres partidos con suplementarios y por ser la cenicienta que miraba al resto de los favoritos desde el puesto 20 del ranking de la FIFA. Tampoco implica que la casualidad de Croacia es la regla, es más bien la excepción. Argentina tampoco llegó con un buen proceso, con un técnico de meses, y así le fue.
El yin yang de la casualidad y la causalidad lo sufrieron todos los equipos alguna vez. Pero es la suerte o la mala racha la que en algunos dispara procesos positivos. Bélgica hace 18 años tocó fondo en la Eurocopa y se levantó con un plan firme hasta ocupar el puesto 3 del ranking. En otras palabras, la causalidad, el trabajar por un efecto deseado, es más seguro y positivo que apostar a la casualidad.
El trabajo, el esfuerzo y la búsqueda de objetivos siempre se premian. Los buenos procesos, aunque puedan ser interrumpidos por la mala suerte, permiten mirar hacia adelante con optimismo. Aún a pesar de que los sistemas sean perfectibles, se reconoce el método y la idea. En Uruguay a Oscar Tabárez lo recibieron como a un dignatario y nombrarán una escuela en su honor. En Perú a Ricardo Gareca le levantaron un monumento en una plaza y en Colombia a José Pekerman lo recibieron como a un héroe de los suyos.
Argentina sobresale entre los perdedores. Jorge Sampaoli es el chivo expiatorio, pero el fallo es la falta de sistemas y continuidad, por eso el seleccionado de Messi, con cinco técnicos en pocos años, no tuvo más opción que jugar a las casualidades. Simon Kuper, el autor “antropólogo del fútbol”, en una columna en La Nación vaticinó que si Argentina no cambia el rumbo y si no aceita a tiempo los procesos para su cantera de juveniles, podría terminar como Hungría, aquel coloso del fútbol mundial que se lo tragó la tierra.