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Columna

Mensajes y sociedad

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En la política existe una marcada tendencia pendular con cambios bruscos de rumbo. En Venezuela la oscilación hacia la izquierda todavía no ha terminado. Pese a la farsa electoral y a que pocos gobiernos reconocen su triunfo, Nicolás Maduro se ha legitimado a sí mismo. Tras el nuevo autogolpe, aparenta que seguirá en dirección hacia el modelo cubano. Ya dio varios pasos en esa dirección. Cerró el Congreso elegido por el pueblo y creó una Asamblea Constituyente de facto que legalizará cualquier reforma constitucional a su antojo.

La reforma servirá para sostener en palabras las barbaridades que el régimen comete en la práctica, como advirtió el presidente colombiano Juan Manuel Santos.

Proscribirá a los partidos políticos, mantendrá la hegemonía de partido oficial, conservará un Congreso decorativo, usará a la Justicia de brazo ejecutor, permitirá solo al periodismo oficial, controlará el internet y administrará las libertades de expresión, reunión, educación, alimentación, de empresa y trabajo. Venezuela será Cuba.

Que existe crisis humanitaria, inflación atrofiante, deuda impagable, corrupción impune, sanciones y expulsión de organismos multilaterales, fuga de capitales y cerebros… ¡por supuesto! Pero Maduro razona distinto: ¿acaso Cuba no sufrió todo eso por seis décadas y todavía está ahí, mísera pero incólume?

A Maduro ya no le importa que lo califiquen de dictador, que lo aíslen o sancionen. Desatornillarlo del poder requerirá otros métodos.

Otra oscilación, aunque menos brusca y en dirección contraria, la ofrece Ecuador. El presidente Lenin Moreno sigue enfocado en distanciarse de Rafael Correa, de quien fue su vicepresidente en el primer período de gobierno. Lo inhabilitó para volver a la Presidencia a través de un referéndum que prohibió la reelección por más de dos períodos y lo mantiene inquieto con investigaciones sobre corrupción, con las que eliminó a varios resabios correístas del Palacio y encarceló al último vicepresidente de Correa, Jorge Glas, por recibir sobornos de Odebrecht.

Sin embargo, el golpe más duro se lo dio al enviar al Congreso una reforma a la Ley de Comunicación, el instrumento maquiavélico creado por Correa para silenciar a los medios y a la oposición. La reforma elimina la Supercom, un organismo con el que Correa, a fuerza de multas abultadas y sanciones, persiguió a periodistas, cerró y confiscó medios. La reforma no es la panacea; todavía contiene varios elementos “marca” Correa, quien creía que la información, las opiniones o el pensamiento deben ser regulados y autorizados por el Estado.

El cambio no es suficiente, pero va por buen camino. A diferencia del clima autoritario que Correa infundió en sus 10 años de gobierno, con Moreno se respira un nuevo aire que permite a Ecuador seguir oscilando hacia un sistema de mayores libertades.

LAS OSCILACIONES DE VENEZUELA Y ECUADOR

“El presidente Lenin Moreno sigue enfocado en distanciarse de Rafael Correa, de quien fue su vicepresidente Lo inhabilitó para volver a la Presidencia (...)”

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