La economía es una ciencia fácil con lenguaje difícil, y ese lenguaje que agua los ojos es obstáculo para una democracia auténtica. Conseguir que todos la comprendan y hablen con discernimiento sobre ella es prerrequisito para una sociedad sana. Con el conocimiento extendido viene la facultad fiscalizadora. Facilitarlo es el propósito del libro de Yanis Varoufakis: “Talking to my Daughter about the Economy, or How Capitalism Works –or How it Fails”. Un largo título que traduce libremente “Charlándole a mi hija sobre economía, o como funciona el capitalismo, y como falla”.
Varoufakis fue ministro de finanzas de Grecia en 2015 y se enfrentó a la banca multilateral y privada para ablandar el doloroso ajuste griego. No tuvo éxito. Su libro es una carta a su hija de 14 años, llena de anécdotas y de mitos griegos, para explicarle en forma sencilla que la economía es la ciencia de la escasez. Es notable como cuando en ocasiones recurre inevitablemente al leguaje de la profesión, se alarga luego para esclarecerlo. Le enseña a la niña de dónde salió la economía, cómo funciona y cómo, sin maniatarlo, se podrían frenar los excesos y abusos del mercado.
No se queda en la superficie y, siempre en idioma simple, explica, entre risas, la inflación, el mercado de capitales, el déficit, el desempleo, la formación de los precios, todo, en fin, incluido cómo la economía de mercado afecta la psiquis del homo sapiens (y más ahora en la era de los algoritmos). Le hace ver a su hija que hay bienes experienciales, como una puesta de sol o comerse unas arepas de huevo con los amigos, a los que no se les asigna precio. Solo tiene valor para la economía lo que se compra y se vende. De allí se desprende que dejársela a economistas y financistas, a los que sin pensarlo se abandona corrientemente el asunto, como únicos intérpretes de las señales celestiales, es como recurrir por lo arcano a la Inquisición de don Sancho Jimeno, el héroe de Cartagena en 1697.
Varoufakis le hace eco al larvado enfado de tantos insatisfechos alrededor del mundo al decir que las sociedades sujetas al mercado fabrican máquinas fantásticas y crean riquezas sin cuenta, como también pobreza asombrosa y deudas impagables. Y al mismo tiempo, generan los comportamientos y deseos indispensables para su propia perpetuación y la perpetuación del status quo.
Las conclusiones superan la cariñosa misiva a la niña, sin distraerse en abogar por el socialismo –credo que es el suyo– o en clamar por destruir el capitalismo. Observa sí que “todos los sistemas de dominación actúan envolviéndonos en su narrativa y sus supersticiones de manera que nos impidan ver mas allá de ellos”. Nos insta a conocer bien el lenguaje del escamoteo para crear una sociedad de mercado más humana y más equitativa gracias a que los que la viven saben entender de qué les hablan. El griego de donde inventaron la retórica lanza un manifiesto contra la jeringonza.
“Varoufakis fue ministro de finanzas de Grecia en 2015 y se enfrentó a la banca multilateral y privada para ablandar el doloroso ajuste griego”.