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Columna

El Mundial, el espía y el boicot

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El Mundial de Fútbol arrancó antes de lo pensado. Durante los últimos amistosos, algunos gobiernos politizaron la Copa con un boicot a la anfitriona Rusia, en represalia por envenenar a uno de sus espías desertores en Inglaterra.

El bloqueo convocado por los ingleses al que se adhirió Islandia y se sumarán otros países, es desproporcionado. El Mundial y las Olimpíadas deberían estar blindados contra las decisiones políticas.

Un boicot contra un Mundial debería ser en lo deportivo, y los rusos dan excusas válidas. Hicieron trampa con un programa gubernamental de doping a miles de atletas olímpicos, incluidos futbolistas, y compraron su sede sobornando a más de uno de la FIFA. Esta, cuyos estatutos le ordenan evitar injerencias extradeportivas, está imposibilitada moralmente de actuar, desde que sus jerarcas vendieron sedes y puestos, como desnudó el FIFAgate.

Un bloqueo político abriría puertas peligrosas. ¿Por qué no boicotear a Qatar 2022 por la desigualdad de la mujer, a China por esclavizar obreros, a Egipto por tolerar a extremistas o a Kenia por no proteger animales en extinción? La política cambia y desorienta. ¿Quién imaginaría que Trump y Kim Jong-un tendrán una cumbre para dirimir sus reyertas, cuando antes guapeaban con el botón nuclear? ¿Y quién no se atrevería a imaginar que pronto Trump, Vladimir Putin y Theresa May sonrían en una foto porque todo fue un malentendido y acusen a terroristas chechenos de manipular el químico contra el espía?

El boicot anunciado es también desproporcionado. Hay causas peores para excluir a Rusia que por el presunto envenenamiento de Serguei Skripal y su hija Yulia. La injerencia en elecciones foráneas, la guerra en Siria, la anexión de Crimea o la invasión de Ucrania serían más convincentes.

Intoxicar al espía y su hija merecen fuertes represalias. Políticamente las medidas planteadas surten efecto y era obvio que Rusia respondería con reciprocidad a EEUU y los demás países que expulsaron a más de 140 diplomáticos, sospechosos de espionaje. Se recuerda cuando algunos países americanos no enviaron a sus selecciones al Italia 1934 para renegar del fascismo de Mussolini y responder por el boicot de varios equipos europeos al primer Mundial en Uruguay 1930. Apoyar un boicot político ahora abre puertas insospechadas, ya que ningún país está libre de pecados.

Las protestas son excelentes armas para crear conciencia sobre cualquier conflicto y ojalá muchas se vean en las ciudades sede fuera de los estadios. Pero el boicot político ahora es contranatural al espíritu deportivo e irrespetuoso con los fanáticos. Rusia debió ser bloqueada al votarla como sede, cuando hubo la oportunidad.

Los fanáticos estamos más inquietos sobre si nuestro equipo pegará el batacazo, si el VAR arruinará el espectáculo o si podremos ver los partidos en nuestras oficinas, como para preocuparnos si los príncipes William y Kate o Mauricio Macri y su hijita Antonia se sentarán el 14 de junio junto a Vladimir Putin en el partido inaugural entre Rusia y Arabia Saudita.

Pero el boicot político ahora es contranatural al espíritu deportivo e irrespetuoso con los fanáticos. Rusia debió ser bloqueada al votarla como sede (...)”

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