Abro los ojos para lo que fui, para lo que soy, para lo que seré. Fui niño nacido en el barrio del Pie de La Popa, más concretamente en el Callejón Franco, donde viví experiencias maravillosas.
En ese mismo callejón conocí a una bella niña que se llamaba la nena Santos a quien le propuse aceptara ser mi primera novia y en una tarde de lluvias y juegos alcancé a echarle el cuento y darle el primer beso y pensé, después de ese acontecimiento, que si eso era pecado –como me decían mi padres Ignacio y Carmen- entonces qué delicia ser pecador, tal como también me enseñaron las monjas del Colegio de La Candelaria que queda al lado de La Ermita donde está la iglesia del barrio y donde hice mi primera Comunión.
Recuerdo que mi primera bailada fue en el antiguo Club Cartagena ubicado en una bella mansión que quedaba al lado de los teatros de cine Cartagena y Colón. Más adelante en el nuevo club lo construyeron en el barrio de Bocagrande y nuestra casa quedaba diagonal al club. Posteriormente por allá en los años sesenta nos mudamos al nuevo barrio de Bocagrande, diagonal casualmente al lado del nuevo club.
Recibí educación secundaria en el Colegio de los hermanos de la Salle ubicado inicialmente en la calle de Baloco y después en la Loma de Torices. Estudié Derecho en la Universidad de Cartagena y me especialicé en Derecho Público en la Universidad Externado de Colombia.
Ejercí la profesión por mucho tiempo en Civil y dicto cátedra de Constitucional en la Universidad Rafael Núñez. Hoy soy un milagro de Dios por haber superado cuatro cirugías de corazón abierto y una de cerebro. Por ello todas las mañanas me encuentro conmigo mismo y con Dios a quien le agradezco por estar vivo, felizmente casado con esa gran mujer que es Gina Benedetti, la hija mayor de Ramiro a quien le decían el pollo-pinto y mis dos hijos Ricardo y Ernesto, quienes bien casados han bendecido nuestras vidas con seis nietos, tres mujeres y tres hombres.
Antes de caminar todas las mañanas le agradezco a Dios estar vivo y rezo: Oh Jesús, ayúdame a esparcir tu fragancia y tu energía cósmica divina a donde quiera que vaya, inunda mi cuerpo y mi alma de espíritu y de vida, penetra y posee todo mi ser hasta el punto que todos los que me vean ya no me vean a mí sino a ti Señor porque eres Tú quien tiene la luz, entonces quédate conmigo para llenarme de ti y brillar como Tú brillas y servir de luz a los demás. Amén.
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