Varios hechos de trascendental importancia asociados al fin del conflicto colombiano ocurrieron esta semana. Éstos dan señales que la brújula que tiene la paz como su norte apunta finalmente en esa dirección.
Se trata, por un lado, de la llegada de miles de guerrilleros de las Farc a las zonas veredales transitorias donde iniciarán la desmovilización como grupo armado y el desarme definitivo, tal como está previsto en los acuerdos de La Habana, para luego avanzar en su reintegración a la vida social, económica y política del país. Miles de hombres sin armas significan el verdadero adiós a todas esas formas de lucha que su organización militar supo combinar: extorsiones, secuestros, atentados, enfrentamientos.
Casi simultáneamente, el gobierno nacional presentó al Congreso de la república el proyecto de ley para crear la nueva organización que reemplazará a las Farc, y que se integre a la democracia y participe en la vida electoral de la nación. Una organización política legal a cambio de una organización armada ilegal es un magnífico saldo a favor de la paz.
Por el lado de las negociaciones entre el gobierno y el Eln, esta semana también produjo avances con la liberación de Odín Sánchez por parte del grupo armado, y por parte del gobierno de los dos elenos encarcelados. Están dadas, entonces, las condiciones para que los delegados de las partes se sienten a la mesa de negociaciones. Se espera que lo aprendido y acordado con las Farc de pautas para estas nuevas negociaciones y más temprano que tarde se firme el pacto que sellaría el fin definitivo de ese par de guerrillas colombianas que crecieron por el entusiasmo y los apoyos que produjo la revolución cubana.
Y la semana no podía terminar sin otra buena noticia: la Fiscalía declaró el apoyo que los empresarios bananeros dieron a las fuerzas paramilitares de Urabá y Córdoba como delito de lesa humanidad, para que no prescriban y puedan continuar las investigaciones dirigidas a los bananeros, ganaderos e industriales responsables de masacres, desplazamientos, desapariciones y asesinatos. Es la mejor forma de resarcir, parcialmente, a las víctimas del conflicto y de castigar a quienes decidieron, con sus bolsillos repletos de dinero, ejercer justicia y garantizar “seguridad” por su propia cuenta.
Los hechos ocurridos esta semana no son de poca monta. Mientras que en el mundo se construyen muros para separar, excluir y discriminar, en Colombia todos los días se avanza en la reintegración, inclusión y aceptación de quienes estuvieron en la guerra. Por ello, inaugurar una biblioteca en el barrio Rosedal y bautizarla con el nombre de Juan José Nieto adquiere profundo sentido; será un espacio para el reencuentro y la convivencia, para más cultura y menos guerra.*Columnista semanal
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