La emoción que da poder estar presente en un momento como este en el que se firma la paz entre el Estado Colombiano y la guerrilla de las FARC, tras 52 años de conflicto interno, solo puede ser entendida cuando uno mira la historia de su propia vida.
En mi caso, como abogado y como ciudadano, recuerdo cómo durante mi primer año en la facultad mataron a varios de mis profesores de derecho. Es imposible olvidar su velación en un salón aledaño al recinto en el que yo estudiaba.
Luego, siendo aún estudiante y cuando vivía en la calle 26 con carrera 30, los medios de comunicación registraron la muerte de varios candidatos presidenciales. Para esa época vivíamos con temor de ir a los centros comerciales, le temíamos a las bombas y a los ataques. Eran tiempos de miedo y de zozobra por la violencia. Recuerdo que a varios compañeros míos los secuestraban, era muy común que en cualquier momento uno terminara con noticias trágicas.
Para el 91, después de la Constituyente, y del proceso de reconciliación se le dio un nuevo aire al país. Esto lo que demuestra, y es lo que nos debe quedar a todos, es que si hay consensos, acuerdos y buena voluntad, el país puede cambiar.
Hoy de alguna manera recuerdo todo eso. Un proceso como este, que supera los cuatro años de negociación, puede significar una esperanza, un hito para transformar al país para bien.
Imposible dejar de lado el apoyo que la comunidad internacional ha dado a este proceso, lo mismo sucede con las expectativas que se tienen desde los organismos internacionales o que se perciben en los embajadores, en los representantes que del mundo llegaron a Colombia y a Cartagena para ser testigos de este evento. La idea que se percibe es de una gran esperanza, pero de una esperanza realista.
Ahora, con los pies en la tierra, es necesario entender que este proceso de paz va a suponer nuevas dificultades y grandes retos ante los cuales tendremos que utilizar nuestra inteligencia para hacer que esas instituciones que están en el marco de paz funcionen.
No será fácil lo del tribunal de paz, no será fácil el juzgamiento, no será fácil decir la verdad; pero todo eso en un ambiente sin bombas, sin muertos, ni asesinatos, ni secuestros es un cambio definitivo. Va a ser difícil, no es un camino sencillo pero comparado con lo que hemos vivido hasta ahora sí será mucho mejor. Será un camino de diálogo, de búsqueda de soluciones.
Humberto Sierra Porto