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Columna

Claridad

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Ha servido de símbolo a la verdad. La claridad descubre y señala detalles de ella. Además de verdad, parece ser justicia, sensatez y transparencia. Por oposición a oscuridad y tinieblas, significa ilustración, entendimiento y cultura. La luz de la razón es la inteligencia. Con “luz de mis ojos”, se confiesa un cariño apasionado y una gran dependencia. Cuando algo es evidente decimos como la luz del día. Ver la luz es haber superado dificultades y penas. Se asocia con la  tranquilidad del alma.

Desde el amanecer de los tiempos nuestra condición de seres diurnos nos hace temerosos de la oscuridad. Pero también nos confundimos en un éxtasis  contemplativo ante la noche.

El anhelo de luz es una obsesión del género humano. Todas las religiones y culturas han sido una búsqueda de la luz. Los temores se asocian con la oscuridad. Los dioses tenían la exclusividad del fuego. Prometeo, otra clase de mesías, se lo entregó a los hombres. La adoración del sol en todas las culturas. Los primeros versos del génesis se refieren a la luz, hecha el primer día de la creación.  

La angustia de la carrera sin descanso por conseguir la luz, llevó la civilización a excesos increíbles. Hoy en día la mayor parte del planeta vive noches con luz que se refleja y refracta. Rayos que emiten ciudades, suburbios y fábricas demasiado alumbradas. Combatir a la noche se volvió compulsión obsesiva. En algunas metrópolis parece que el cielo se ha quedado sin estrellas.

Las noches oscuras tienden a desaparecer. El universo cambió: es difícil contemplar estrellas, planetas y constelaciones cómplices en los amores de otras generaciones. Aquel “diluvio de estrellas” que cantaba Lara lo hemos olvidado. Hemos acabado con la noche, que no solo ha sido escenario de crímenes cuya oscuridad facilita, sino tierna compañera de amores y pasiones. A quién se le ocurre escribir un “nocturno”, cuando chorros de luz acaban con la reserva discreta de una intimidad sentimental. Aunque cualquier guasón diría que el amor no tiene hora, ni calendario.

Necesitamos la oscuridad para nuestro bienestar biológico, para nuestro reloj vital, tanto como la luz misma. La oscilación entre vigilia y sueño es fundamental. Alterarla es como modificar la ley de la gravedad. Con esta hemorragia de luz los gallos cantan a deshoras. Se han vuelto locos, nosotros también. Existe una contaminación que causa daños de todo tipo. Un estudio reciente sugiere una relación directa en el incremento en la ocurrencia del cáncer y el brillo nocturno  del vecindario donde se habita.

La oscuridad es un recurso natural que debe protegerse, argumento que quizás tiene soporte en la guaracha que dice: “a media noche empieza la vida”.P.S. Aún confundidos, no hemos podido escribir una fraterna despedida a Carlos Gustavo Méndez, amigo talentoso y erudito. Cuánta falta va a hacer.

Desde el amanecer de los tiempos nuestra condición de seres diurnos nos hace temerosos de la oscuridad.

Necesitamos la oscuridad para nuestro bienestar biológico, para nuestro reloj vital, tanto como la luz misma.

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