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Columna

El silencio de los partidos

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En los recientes paros: agrario, de camioneros, del Caquetá, del Chocó, etc., los partidos políticos colombianos han sido silenciosos y se han mostrado desconectados de los movimientos populares. Este curioso autismo de unos colectivos que deberían ser participativos en estos conflictos y facilitadores de soluciones es algo sorprendente que raya casi en el desprecio.

Razón tienen quienes critican a los partidos de ser solo unos proveedores de favores burocráticos y de prebendas y que al no tener coordenadas ideológicas,  en su decadencia, solo se alborotan en vísperas electorales con una ofensiva publicitaria para  mostrar la danza continua de sus candidatos, quienes con tipologías diversas intentan mostrar unas diferencias que no son tales y que se ultrajan o se abrazan según la ocasión. La mayoría de ellos son como los felinos que cuando gritan la gente piensa que están peleando cuando en realidad están copulando y reproduciéndose.

En las elecciones presididas en las cuales brillan los grupúsculos partidistas tradicionales, ninguna riña o altercado es real, ya que mientras fingen que se “dividen”, tienen en su caletre reagruparse en cualquier momento, en un espectáculo humorístico que agrava la tragedia perpetua del pueblo. Las facciones políticas en unas ocasiones se disfrazan de una forma light de la llamada ideología de izquierda, la cual es denominada jocosamente como “socialbacanería”, que está más cerca de los cocteles que del pueblo. Otros, como la mayoría de las subdivisiones de los otrora partidos tradicionales están signadas por el funalismo, además de que no ocultan el nepotismo y otras lacras que los corroen.

En fin, unos partidos que están de espaldas a las luchas de los sindicatos, agricultores y obreros y del clamor de regiones abandonadas como el Chocó y la Guajira, en mi concepto viven en un autismo político, dedicados solo a realizar cada 4 años la liturgia  de su consagración en las urnas. En este momento vivimos el peor de los mundos, hay agitación, descontento y pesimismo en las masas y mediocridad en las cumbres, eso quizás explica que el país esté como un barrilete sin cola y que la apatía sea la reina de las encuestas.

Unos partidos fuertes, bien conectados con las bases, son necesarios para canalizar las tensiones sociales y para acompasar las instituciones en los cambios que se avecinan en el postconflicto, ya que sin partidos fuertes y serios, la violencia reaparecerá después de firmada la Paz con las FARC, ya que la gente preterida en sus aspiraciones de progreso económico y social exigirá, aún más, la satisfacción de sus demandas sociales. Pienso que si sigue el autismo político de los partidos, el posconflicto podría ser una horrible pesadilla. Ojalá me equivoque.*Columnista

menrodster@gmail.com

 

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