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Columna

La limpieza que enferma

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Todos los días usamos productos de aseo. Muchos tienen diversos químicos de cuyos efectos potenciales en la salud humana no tenemos información, o los suponemos inocuos. Están allí, no podemos desconocerlos y más vale ponerles atención. Una de esas sustancias es NP9, una mezcla formada más que todo por un agente surfactante: nonilfenol polietilenglicol éter. El NP9 se degrada a nonilfenol, una molécula con acción estrogénica, es decir, se comporta como los estrógenos, las hormonas sexuales femeninas, las cuales también tienen funciones críticas en el desarrollo de órganos masculinos, tales como la próstata. 

Todos estamos expuestos a nonilfenol y lo sabemos porque fue detectado en leche materna, sangre y orina de humanos. Este compuesto en nuestro cuerpo se deriva de estar en muchos artículos de aseo y desinfección, así como en ambientadores, muy usados en el hogar, el trabajo y la industria. Estudios recientes muestran su capacidad de incrementar la progresión del cáncer de próstata, facilitando la proliferación celular (crecimiento del tumor) y metástasis (invasión a otros tejidos y en mujeres se asocia con miomas uterinos). 

Los humanos no son las únicas víctimas del nonilfenol. Desde los centros urbanos llega a ecosistemas hídricos en las aguas residuales, y puede acumularse en los organismos generando toxicidad en los peces. Muchos plásticos también lo tienen y en los arrecifes de coral, la liberación de pequeñas cantidades desde las bolsas y otros materiales, puede alterar el desarrollo y reproducción de los peces.

Mientras la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos trabaja, incluso con algunas industrias, por eliminar el nonilfenol, en Bazurto el NP9 se consigue tan fácil como una papa, en cualquier cantidad. En la calle, detergentes, ambientadores y cosméticos, tres por mil, seguramente lo contienen, igual en muchos productos de los supermercados de cadena, y la lista es larga. Usted también puede recibir gratis su dosis personal de nonilfenol vía inhalatoria en un taxi con ambientador barato conectado a la salida del aire acondicionado.

Es muy complejo luchar contra este esperpento químico, dada su ubiquidad, precio, facilidad de compra y falta de legislación en Colombia. Las autoridades podrían inventariar los productos que lo tienen, evaluar su presencia nacional en humanos y revisar epidemiológicamente si hay asociación con la carga de enfermedad del país. Y los consumidores, verifiquemos lo que compramos, evitemos usarlo y cambiemos un ratico de chat por informarnos en internet acerca de este nuevo contaminante. 

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