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Columna

Lo que hace la diferencia

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Eran pasadas las doce del día, después de dos fines de semana de clase, y llegó la hora de cerrar uno de los cursos de posgrado en gerencia que imparto. El tema central fueron las modas administrativas y su impacto en el desempeño de las empresas en Colombia. Revisamos la planeación estratégica, el servicio al cliente, la administración por objetivos y la gestión de la calidad. Todas ellas tecnologías administrativas aplicadas en Colombia y que no han dado los resultados esperados. Pese a esto, se insiste en seguir implantándolas, más por moda y prestigio administrativo que por resultados. 

¿Cuál es, entonces, la mejor práctica? ¿Cómo sabemos si lo estamos haciendo bien? Estas fueron algunas de las preguntas que surgieron. Por supuesto, las respuestas correctas a esto no existen. Lo que para algunos gerentes en algunas empresas puede funcionar, para otros no.

El debate tomó fuerza. Uno de los estudiantes, de aquellos que en clase hablan poco pero expresan mucho, comentó que “la idea es ir experimentando, poniendo a prueba los conocimientos adquiridos y ajustándolos a cada una de las situaciones. No es una tarea fácil. Como ingeniero, yo nunca había visto muchos de estos temas, pero desde el inicio he ido probando con el equipo. Mis jefes han notado el cambio y me preguntan qué es lo que estoy haciendo. Luego recuerdan que estoy cursando un posgrado en gerencia en la UTB y se ríen de manera cómplice”.

En 1954, Peter Drucker, el famoso gurú de la administración, señalaba que las empresas tienen solo dos funciones básicas, comercializar e innovar. Pero lograr hacerlas bien implica que haya personas capaces de comunicarse entre sí y que estén dispuestas a contribuir con su acción al logro de un propósito común. Y es aquí, en la acción, donde se marca la diferencia.

Poner a prueba, intentar o experimentar es lo que permite al final que se den las cosas. Así como un estudiante es capaz de bajar a la acción el conocimiento adquirido en un aula de clase, en las empresas de éxito siempre ha existido alguien que lo intenta, que prueba, que se equivoca, que ajusta, pero que no se detiene, no por moda, ni por prestigio, sino porque lo mueve algo mucho más grande: el deseo de innovar, de hacer cosas distintas, de marcar la diferencia.

Chester Barnard, uno de los pioneros de la gerencia, en un libro sobre las funciones del ejecutivo, señalaba que “intentar y fallar es la base para aprender; no probar es sufrir la pérdida inestimable de lo que podría haber sido”.

Esa es la base del aprendizaje y, por lo tanto, de la innovación. 

*Profesor, Facultad de Economía y Negocios, UTBagomez@unitecnologica.edu.co

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