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Columna

Ciudad ‘interruptus’

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Érase una vez una población a orillas del Caribe llamada Cartagena que en 2001 elaboró un Plan de Ordenamiento Territorial para crecer ordenadamente alrededor de su mayor cuerpo de agua, la Ciénaga de la Virgen. Por entonces, sus ciudadanos grandes sueños lanzaron: el territorio iba a ser funcional, incluyente y se destacaría por su competitividad frente a otras urbes. Todo era armonía; la aprobación del decreto 0977/2001 dio vida a ese “gran pacto social”.

Han pasado exactamente, hasta hoy 21 de noviembre de 2014, 13 años y un día desde que nació el primer POT de Cartagena. ¿Cuál ha sido su balance? Tristemente se ha cumplido 25% de lo propuesto. Si la historia se inició bien y lo expresado en tan lustroso documento era la carta de navegación de la Heroica, ¿en qué momento todo empezó a malograrse? ¿Por qué la ciudad no pudo ejecutar su POT y crecer ordenadamente?

Este fue uno de los principales temas del reciente Foro sobre el POT llevado a cabo por Fenalco y la Universidad Tecnológica de Bolívar. La conclusión gruesa fue que el proceso de planeación local requiere cambios. El principal radica en utilizar un enfoque participativo en el cual todos los sectores aporten activamente en el diseño del territorio, un proceso en el cual sus habitantes proponen a los tomadores de decisión lo que se desea.

Sin embargo, esto no es suficiente. Varios ejercicios de planeación participativa han quedado cortos al no tener el respaldo y la voluntad para ejecutarlos. De hecho, la Ley 388 establece que el diseño de los POT debe seguir este principio. Por ello es imperativo que, además de proponer, cada grupo de interés tenga un rol para materializar las propuestas y que, además, quienes toman decisiones, representen los intereses de la mayoría. Así ha ocurrido con las asociaciones de vecinos y las Juntas de Acción Comunitarias que, cada vez más, aportan al desarrollo de sus barrios.

El episodio más reciente de esta historia tiene como protagonista un puente-túnel que divide, un traslado de una base naval que parece más problema que solución y unas construcciones que restan y desconocen la monumentalidad del patrimonio. Además de ser incoherentes con el POT, ¿qué tienen estos hechos en común? Fueron propuestas impuestas desde fuera, no consultadas a los cartageneros.

Así las cosas, y recordando lo mucho que nos quejamos sobre el estado de la ciudad, reflexionemos. En vez de preguntarnos qué tanto pueden hacer la ciudad y el sector público por mí, averigüemos qué tanto podemos aportar para rescatarla y que primen los intereses colectivos de los protagonistas de esta historia: los cartageneros de nacimiento y por adopción.*Profesor, UTB

camposjorge86@gmail.com 

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