El título de esta columna conduce a pensar en la penuria y el atraso que padece Cartagena desde hace mucho tiempo.
Una crisis provocada por un cúmulo de malos manejos, olvido, corrupción, negligencia y desidia, y una inane dirección política y gremial.Cartagena es una piedra preciosa que ha sido explotada sin compasión por los que dicen apreciarla. Por algo es hoy uno de los principales polos de desarrollo y crecimiento industrial de Colombia y aporta más del 6% de la producción industrial nacional.
La ciudad ha venido ganando espacio, al punto que desde el año 2000 es el principal centro manufacturero de la Costa Caribe colombiana, según la revista Portafolio.El auge de la construcción de bodegas industriales y edificios de vivienda hacen suponer que sus habitantes viven en un paraíso y que los servicios sociales públicos, la movilidad y educación son adecuados. Pero la realidad es otra: a la ausencia de estas condiciones básicas se suma el aumento considerable de la inseguridad y los delitos de impacto como el homicidio, que alcanza registros históricos según el Centro de Observación y Seguimiento del Delito (Cosed).
En muchos casos la mala prestación de los servicios básicos ha llevado a la población a tomar vías de hecho como el cierre de calles y quema de llantas. A falta de empleos formales, la gente encuentra refugio en el rebusque.
Ante la percepción negativa de la justicia, la gente acude a la quema de los vehículos de los delincuentes o a las palizas, cayendo en ocasiones en actos paranoicos, como el reciente linchamiento de una persona a quien confundieron con un violador.
Un claro indicio del atraso vial de la ciudad son sus calles en mal estado, la falta de carriles de giro (izquierda o derecha), la ausencia de retornos en las vías y de puentes peatonales, carencias que ponen en riesgo a la gente y provocan traumas en el tráfico que ya son cotidianos.
Según sugiere el Cosed, en Cartagena deberían tener prioridad las políticas de seguridad, además del apoyo al trabajo social para generar empleos.Como han señalado diversos columnistas de opinión, la ciudad requiere un gobierno público y privado que enfrente los desafíos más urgentes y los problemas acumulados a lo largo de los años.
La ciudad se puede comparar hoy con una olla a presión. La gestión equivocada (o la falta de gestión) de su válvula de seguridad puede devolvernos aún más al pasado.
*Profesor UTB
jumoral@unitecnologica.edu.co