Cartagena se destaca como uno de los destinos turísticos más atractivos. Los esfuerzos se han enfocado en mostrar un bello y fotogénico Corralito de Piedra. Pero, ¿se puede decir lo mismo del resto de la ciudad?
La última encuesta de Cartagena Cómo Vamos muestra que menos de la mitad de los cartageneros están satisfechos con el barrio donde vive; solo uno de cada cinco está conforme con los parques, zonas verdes y deportivas, las playas y el espacio público disponible, y solo uno de cada cinco se siente seguro.
Esto revela que Cartagena está siendo un lugar poco agradable para vivir. ¿Qué hacer al respecto? La respuesta está en cómo se diseña y gestiona la ciudad. La seguridad, el urbanismo y el espacio público son elementos que le dan identidad. De su estado y calidad depende en gran parte la satisfacción de sus moradores.
El Gobierno puede aprender de la teoría de los vidrios rotos para mejorar esta situación: una manera de evitar problemas de inseguridad y de comportamiento antisocial es solucionar los problemas cuando son pequeños (arreglar la ventana rota de un edificio abandonado), lo que evita que, ante la sensación de falta de vigilancia y control social, estos empeoren (más ventanas rotas y eventual llegada de delincuentes al inmueble).
¿Cómo aplicar esta idea para elevar la satisfacción ciudadana? En primer lugar, mejorando los espacios públicos, incluyendo arborizarlos, para hacerlos menos propensos a acciones indeseables y a su deterioro. Ejemplo exitoso es Puerto Duro.
Así se transmite el mensaje de que la Administración piensa en sus habitantes. Fomentar la apropiación de la ciudad y la corresponsabilidad en lo público contribuye a mantener la cultura que nos identifica y que se manifiesta cuando hay espacios públicos de encuentro, cuando se reafirma la pertenencia y se nos permite sentirnos como parte de esta.
También hay que escuchar a la gente. Esto implica atender dos de las palabras más comunes por estos días: “¡Qué calor!” Una adecuada arborización – mantenida con recursos públicos y privados– contribuye a refrescar el ambiente y fomenta caminar en distancias cortas.
Si se ha logrado vender la ciudad como una de las más encantadoras del mundo, estamos en mora de volver la mirada hacia adentro. Con la reformulación del POT surge la oportunidad de diseñarla mejor, con parques, plazas y senderos peatonales que contribuyan a mejorar la calidad de vida por fuera del Centro Histórico. Levantemos el Corralito, para que con una buena gestión pública, sus encantos se extiendan a la ciudad heroica que existe más allá de las murallas.
*Profesor de la UTBcamposjorge86@gmail.com