Igual podría predicarse de la paz: con “falsos positivos”, con “violación de derechos humanos”, con “hackers éticos”, y con cuanto método sea dable, legal o ilegal, las Fuerzas Militares, Ejército y demás armas se comprometen, sin prórroga ni otrosí, a cumplir un postulado inapelable: “2014 es el año de la paz, por la razón o por la fuerza”. Y punto
Si “por la fuerza”, eso, en boca de los supremos comandantes de unas y otro de aquellos cuerpos, no debe predicarse ni es de buen recibo ni cae bien en un escenario altamente sensible, contradictorio y polarizado, como es el que ha generado la Mesa de negociación entre el Gobierno y las FARC-EP, que explora en La Habana la solución a nuestro legendario y morboso conflicto armado.
Si “por la razón”, tampoco es serio ni de buen recibo y contrario a la sindéresis y la razón, que el comandante de las Fuerzas Militares se pronuncie, emita y valide juicios con base en “rumores” cuyos propagadores, conocidos por demás, son los mismos que apuntan sus tiros al fracaso estruendoso de cuanto diálogo, conversa o acuerdo, pueda llevar a la paz en Colombia.
El más corriente y nocivo de aquellos, el que alienta y vocifera el ex presidente Álvaro Uribe, se amplifica en los cuarteles y guarniciones y repercute en la opinión como hecho cierto: en La Habana se están “negociando” las FFMM, rumor que no puede, no debe atender el comandante Rodríguez si de verdad cree que “la paz es un interés nacional”.
Como no debe atender, ni justificar ni practicar, la “solidaridad de cuerpo”, ya convertida en moneda de curso en unas Fuerzas Militares cada vez más proclives a la corrupción y la venalidad y tocadas por las perversidades de una confrontación que, como acierta el editorial de El Espectador, domingo 2 de marzo de 2014, “se ha prestado para bajezas inimaginables”.
En las cuales, y con la misma crueldad del oponente, se ha probado, por parte de los organismos de control del Estado, la participación del estamento militar, situación que por su naturaleza de fuerza armada legítima pone en entredicho su papel de garante de los derechos civiles y humanos de los colombianos.
Aunque siempre las haya rondado el sino de la corrupción, las deslealtades y las solidaridades de cuerpo que tanto daño le han causado, no resultan para nada llevaderas las turbulencias que dentro de las FFMM hoy ocurren y dejan al descubierto fisuras que ponen en riesgo la integridad de la nación.
El más inmediato, su falta de sintonía y compromiso efectivo con la paz y el Gobierno para negociarla y acordarla de la manera más digna, honrosa y sincera para todos los colombianos, incluidos militares y guerrilleros.*Poeta
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