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Columna

La izquierda sin rumbo

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Cada vez más colombianos nos lamentamos de las horas perdidas de la izquierda criolla. Una buena cantidad, la suficiente para coadyuvar en el advenimiento de la modernidad en nuestro precario y obsoleto modelo económico y político.

Las oportunidades desaprovechadas, las divisiones inerciales en su seno y en sintonía con la evasión de un pensamiento y línea de acción coherentes, han sido, entre otras de sus debilidades estructurales, causa eficiente para sustraerla de orientar y dirigir la conquista de aquel imperativo histórico.

Y siempre, en cada coyuntura electoral, que es el patrón que suele medir en Colombia las dinámicas políticas, cuanto viene a ratificarse es que, otra vez, la izquierda estuvo en el lugar equivocado, con el programa equivocado, con los aliados equivocados, con el candidato equivocado y con el ideario equivocado.

Ha sido esa la constante de la izquierda nacional en su larga y abierta travesía por las surtidas opciones de la participación política y electoral que el modelo ofrece. Y un inamovible, que solo un salto cualitativo se encargará de desmontar, la consumación derrotista de esa opción política.

Y en la confusión conceptual de ideología con veleidades pequeñoburguesas y de praxis política con “acuerdos electorales” de sus jefes, siempre en tránsito hacia otros descampaderos de menor sacrificio y riesgo, una razón para justificar sus medianías y el estado cataléptico de sus feudos.

Así, horros de  ideología y doctrina y de praxis política devenida en ideario convocante, los sedicentes jefes de la izquierda colombiana pasan siempre por alto la importancia conformar una organización articulada en función del poder y la dirección del Gobierno.

En tan altos horizontes no arriesgan su mirada ni exponen sus calculados pasos.

Con excepción de la UP, que se jugó el pellejo hasta el exterminio de sus militantes y jefes, en el mapa histórico de la izquierda colombiana se percibe un reguero de facciones y feudos soportados en los más cerreros personalismos y caudillismos, fiel y autentica copia del modelo vigente que, en la teoría de la izquierda doctrinaria, debería ser el referente a combatir y reemplazar por su opuesto.

Nada hay más parecido a los partidos de la derecha y centro del establecimiento colombiano, que la izquierda orientada  por los Garzón, Navarro Wolff y asociados en sus emprendimientos electoreros.

Ninguna diferencia con el viejo y caduco modelo de Estado y Gobierno marca esa izquierda inmóvil, sin centro de gravedad con las dinámicas sociales, políticas, económicas, humanas y de poder, de una nación dispuesta a jugársela por la modernidad transformadora  y a dejar de una vez y para siempre los lastres y servidumbres del modelo insolvente que la regenta.*Poeta

@CristoGarciaTapelversionista@yahoo.es

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