En 2012 y lo corrido de 2013, Cartagena se ha visto inmersa en una crisis político-administrativa que persiste a raíz de la enfermedad y muerte del alcalde Campo Elías Terán. Ha corrido mucha tinta y la ciudad enfrenta dentro de pocas semanas un nuevo reto, elegir un nuevo alcalde o alcaldesa que termine el periodo hasta 2015.
No creemos que haya cartagenero o cartagenera ajeno a esta coyuntura y que no le preocupe qué pueda pasar después de la elección atípica. Que al momento de votar, pesen mas las conciencias que los intereses.
Post-crisis: A partir del 15 de julio se inicia un periodo especial de gobierno porque la ciudad, además de retomar la normalidad desde el punto de vista administrativo, debe tratar de recuperarse de los devastadores efectos de todo orden que la crisis ha dejado. Un plan de desarrollo sin cabal ejecución, una inestabilidad gubernamental que no ha permitido fijar y aplicar políticas públicas para darle cumplimiento a lo que los electores decidieron democráticamente, una pérdida de confianza de los cartageneros que raya con la desesperanza y por qué no decirlo, cierta prudencia del Gobierno Nacional en ayudar a la ciudad a salir de ella siempre y cuando sus instituciones recuperen plenamente la credibilidad.
Todos esperamos y confiamos en que superaremos la crisis y que ese delicado camino que nos falta por recorrer en los próximos dos años y medio, no venga acompañado de nuevas dificultades y frustraciones.
¿Y después qué?
Esas dos etapas anteriores, si se transitan sin sobresaltos, no tendría sentido haberlas agotado, si de ahí en adelante la ciudad entera no se compromete a cambiar de rumbo. Hay muchas cosas que la crisis ha sacado a flote y quizás una de los más importantes de resaltar, es la falta de un auténtico liderazgo. No se trata de encontrar sólo un líder providencial que no se avizora y ya los liderazgos mesiánicos no tienen cabida. Lo que la ciudad requiere es construir entre todos un liderazgo colectivo e incluyente.
Hay quienes ya están pensando para después de las del 14 de julio, en las próximas elecciones, cuando lo que necesitamos y debemos pensar es en las próximas generaciones.
Qué clase de ciudad y de comunidad queremos dejarle a nuestros hijos y nietos, la que estamos sufriendo o una donde quepamos todos con nuestras diferencias pero también con nuestros consensos.
Esta es la tarea prioritaria que nos debe preocupar y ocupar. Soslayar su importancia, su urgencia y su oportunidad, sería extender los riesgos de seguir profundizando una crisis de la cual todos somos responsables, pero a la cual así mismo entre todos le debemos dar solución.
Actuar es el compromiso ineludible.
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*Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.