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Columna

El beso de Judas

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La naturaleza tiene una hermosura apabullante, bella y misteriosa. Las hojas mustias de otoño cayendo de los arboles a tapizar el suelo de nostalgias. A esto llamaron los griegos apoptosis.
No hay nada más atractivo que una nueva vida. La vida y la muerte son eventos indisolubles en los cuales, la misma muerte puede ser un instrumento de vida.
En medicina el término apoptosis fue acuñado en 1972 para describir un fenómeno biológico, la muerte celular programada, controlada genéticamente. El nobel de 2002 fue otorgado por descubrimientos en apoptosis.
El número total de células de una persona permanece constante por un equilibrio entre dos procesos, la generación de vida y nuevas células, por mitosis y otro de muerte de células dañadas y nocivas, por apoptosis. Un proceso gigantesco y permanente. Cada día, en nuestros cuerpos mueren unos diez mil millones de células, una muerte programada, necesaria. Cuando una célula se daña se convierte en un peligro para el organismo por generar cáncer, enfermedades destructivas y la muerte. Entonces la célula es marcada o señalada por algunas sustancias para que sea destruida. A este señalamiento podríamos llamarlo el beso de Judas. De allí en adelante se activan en su interior señales que la hacen reconocer que es la hora de morir y, en un suicidio altruista, se destruye para mantener integro nuestro cuerpo. La apoptosis es orquestada y dirigida por unas proteínas llamadas Caspasas. Cuando esto falla ocurren catástrofes que generalmente conducen a la muerte del individuo.
Mientras algunos científicos buscan el sentido de la vida, cada vez hay más interesados en descifrar los misterios de la muerte. La manipulación de las caspasas se está evaluando en el tratamiento de enfermedades cardiocerebrovasculares, inmunológicas, degenerativas, cáncer y en la manipulación del envejecimiento.
Cuando vemos tanta perfección en la naturaleza, nos preguntamos porque las sociedades no hemos aprendido de ella. Uno esperaría que el poder legislativo y judicial, fiscalía, procuraduría y contraloría fueran las caspasas que garantizaran el beso de Judas y la apoptosis política de movimientos y personas nefastos.
Así, la ley 100, buena en cobertura, generó tantos problemas que su muerte programada debió ocurrir hace mucho. Aún hoy se resiste. El gobierno envió una tenue señal para su muerte legal. Además, algunos congresistas disolutos intentan desesperadamente darle el beso de Judas a la Ley estatutaria de la salud a sabiendas que su implementación puede implicar la apoptosis de sus patrones, las EPS.
Galeno ya lo decía hace más de 2000 años cuando comparaba la apoptosis, la caída de las hojas, con la inexorable y necesaria caída de regímenes, emperadores y dirigentes. Tengo para mí que algo así debería ocurrir con algunos ex presidentes y políticos en demora de buen retiro.

*Profesor Universidad de Cartagena
crdc2001@gmail.com

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