Por regla general, los refranes y dichos populares encierran gran sabiduría y se aplican en la vida cotidiana como fórmulas axiomáticas, imposibles de contradecir. Pero en ocasiones nos encontramos ante sentencias contradictorias, o con expresiones a las que no acabamos de encontrar el significado y su origen.
“Más serio que burro embarcado”, decimos para expresar una actitud muy huraña. Si queremos relievar la altivez de alguien decimos, “Por aquí pasó Alvaro con su cara alta ni burro pasando creciente”. Una actitud de desconfianza: “me miró ni gallina que mira sal” y, si lo que se quiere poner de presente es prestar atención a un asunto, decimos: “le jugaba el ojo ni chivo mirando maíz en pilón”.
Si alguien asume actitudes sin analizar sus consecuencias, se dice: “se mandó ni caballo jolonero”. Esto es entendible porque el caballo aperado con jolones a lado y lado, al pasar por un camino estrecho, calcula la envergadura de su cuerpo, más no la de los jolones.
Nos encontramos con expresiones de reciente cuño: “Patricio dio papaya en la celebración del contrato y Ricardo le metió un gol”.- Esa combinación de una fruta comestible con el deporte, es perfectamente comprensible. “Andrés se casó con Bertha, pero le tiene el ojo puesto a Lucila, la hermana de su esposa: “está en primera y quiere robarse la segunda”. Si la esposa lo sorprende tratando de entrar al cuarto de servicio.
Conversaba con unos amigos en la puerta de una iglesia esperando que comenzara la misa. Uno de los contertulios advirtió que ya el sacerdote entraba al altar, por lo que dijo a los compañeros: “ya cantaron ‘play ball’ (pleibol). Todos entendieron y tomaron posiciones en las bancas del templo. Al llegar el sacerdote a la lectura del Evangelio del día que decía: “Aquel día se acercaron los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo: Maestro, Moisés dijo: si alguno muere sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y levantará descendencia a su hermano. Ahora bien, había entre nosotros siete hermanos; el primero se casó, y murió; y no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo, y después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será la mujer?, ya que todos la tuvieron”. Entonces respondió Jesús: “Estáis en un error, porque en la resurrección no se casan, ni se dan en matrimonio, sino que son como los ángeles de Dios en el Cielo”.
El feligrés que estaba junto a mí comentó: esa mujer lo que tenía era tremendo hígado blanco. Todavía no he podido saber qué relación hay entre el hígado blanco de la mujer y la muerte de sus siete maridos.
*Asesor Portuario
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