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Columna

Capriles no mintió

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Nicolás Maduro, de acuerdo con la autoridad electoral de Venezuela, fue electo presidente. El mundo esperaba que ocurriera. Se presumía que contaba con el electorado que respaldó a Chávez, de cuya imagen e ideario se valió. Dijo y repite que es heredero del caudillo, a sabiendas de que su pueblo, inclusive antes de su deceso, lo convirtió en ídolo. El resultado lo ratificó, al igual que el viraje que los venezolanos dieron. Triunfó el populismo que malversa la fortuna que proviene de del petróleo y reparte migajas, pero las distancias se acortaron con respecto de quienes pretenden rectificar el rumbo.Henrique Capriles jamás desestimó el influjo del ídolo. Sin embargo no se arredró y aseguró que conquistaría el poder. Muchos le creyeron y lo alentaron en su ilusión, que era también la de ellos. No obstante el esfuerzo no fructificóy se sospecha de fraude. Faltó poco. Eso explica que Maduro, por más pájaros que vengan a traer mensajes desde el más allá, tendrá que esforzarse para mantener el ascendiente sobre el pueblo, la unión del chavismo y la vigencia del ideario que Chávez creó, pues el descontento crece mientras la economía decrece. El hambre arrecia y la comida escasea.
Esto alentó a la oposición, que se sobrepusode la derrota que les infringió Chávez en octubre y ganó la seguridad con que Capriles cuestionala validez de los postulados del socialismo de siglo XXI, reprocha con dureza la colaboración que le prestan a los países que en el continente se plegaron a los postulados de esta doctrina o que ayudan a apuntalarla, desconoce la legitimidad de Maduro como presidente y le imputa la comisión del fraude que le mantiene en esa jerarquía.
La suerte de la alianza que pretende desbancar al chavismo depende de no desilusionarse ni desesperarse y entender que el desgaste del oficialismo se advierte a la vuelta de la esquina, tanto que el entusiasmo de Maduro no se notó mientras proclamaba su triunfo. Quizás por la tensión que le produjo enterarse de que sus huestes se recortaron, hasta el punto de que solo al final de la noche se supo lo que había ocurrido: retenía el mando, pero perdió la holgura de antaño. En seguida se escucharon las alertas entre sus compañeros urgiendo revertir el desencanto, lo que presupone una autocrítica de fondo.
¿Significa esto que habrá cambios o el implícito reconocimiento de la alteración de los resultados? ¿Prevalecerán aquellos que prefieren profundizar el modelo que implantó Chávez o quienes, apelando al pragmatismo, procurarán atenuarlo para que la industria y el comercio renazcan, como lo pide la oposición?
Esta disyuntiva fracturará al chavismo. La oposición, en consecuencia, debe mantenerse unida, en calma y presionando, no sólo para esperar que la división se visibilice y las facciones se distancien, sino también ofreciendo alternativas para superarla crisis. Las emociones y las agresiones no pueden prolongarse. Lo que se necesita es trazar un plan de acción y disponer de quienes lo ejecuten, que es lo que falta entre los chavistas, que persisten en descalificar a los adversarios apelando al insulto y desechando las ideas.
Al terminar esta nota se incrementaron las amenazas contra el patrimonio y la libertad de los líderes de la oposición. Otra señal de inseguridad y fragilidad.

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