Justo cuando estaba por empezar el partido entre Colombia y Venezuela, un taxista me comparte sus comentarios futbolísticos. El hombre había apostado que el primer gol lo metería el país vecino. De tener razón, se ganaría 50 mil felices pesos sin mayor esfuerzo. Continuó con sus predicciones, pero cuando comprendió mi ignorancia en el área, desestimó la posibilidad de tener conmigo una conversación seria al respecto y pasó al tema que pasan todos los colombianos cuando no tienen más nada de qué hablar: La actualidad política de Venezuela.
“Maduro y Capriles se están dando clavo”, y luego agregó con insólita determinación “Ojalá gane Capriles para que nos echen a todos esos guerrilleros para acá, para que nosotros les demos plomo”. Me imaginé a Capriles sonriendo y a una migración de guerrilleros cruzando la frontera, cabizbajos, de regreso al país natal, y de este lado, hombres armados esperándoles con fusiles, listos para “darles plomo” como decía el señor conductor. La fantástica escena, sin embargo, era interrumpida por una pregunta Para que nosotros les demos plomo, ¿quiénes somos “nosotros”?, ¿se contaba él entre los que darían plomo o es un eufemismo que disfraza el hecho de que unos pobres vayan a los frentes de batalla mientras otros acomodados no nos ensuciamos las manos de sangre, pero sí exhortamos a las acciones guerreristas?
Medio país habla del deseo de la paz, pero supone que esta se alcanza por medio de la guerra. Quizá, mucho más de medio país, siente el pulso acelerado, cuando Uribe habla de mano dura, y cree que es más importante invertir en armamento que en política social. Pero muy seguramente ni el conductor al que hago referencia ni Uribe quisieran entregar a un hijo suyo a un campo de batalla.
En días pasados, un artículo de El Espectador publicó los resultados de un informe preliminar del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses en el que se registran 58 suicidios en las Fuerzas Militares en el año 2012 y lo transcurrido de 2013. Al parecer, los principales casos se presentan en el Ejército, ya que según el informe se han quitado la vida 23 soldados.
También es conocida la presencia de trastornos de estrés postraumático con ideas paranoides en miembros de la Fuerza Pública que han estado en cautiverio, enfrentando las vicisitudes de la selva y las relaciones de poder de sus comandantes, las extensas jornadas de trabajo y los enfrentamientos armados. Algunos no pueden retomar sus actividades ni su vida familiar y se ven obligados a depender de medicación psiquiátrica.
Es fácil seguir proponiendo la guerra como camino, cuando es el hijo de otro el que se volverá loco, espantando enemigos fantasmas en la medianoche, y llevando la presión de un medio hostil que le hará renunciar a la vida. Es fácil exhortar a la respuesta bélica cuando solo se combate desde las cuentas de twitter.
claudiaayola@hotmail.com
@ayolaclaudia