La administración pública, acompañada de cultura ciudadana, conforman un instrumento de construcción del desarrollo sostenible y de gobernanza local, pero dadas las circunstancias de nuestra amada ciudad, se vislumbra un deterioro del tejido social reflejado en una precaria y obligada convivencia ciudadana, lo cual redunda en la crisis de una sociedad en la que sus ciudadanos, ciudadanas y organizaciones practican una política criminal electoral constituida en la compra y venta de votos, entre otros actos que han degradado el sistema político electoral de Cartagena.
La indebida y exagerada financiación de las campañas políticas es un elemento que pervierte la capacidad de decisión del elector primario, quien distraído en las penurias cotidianas, cree satisfacer por unos minutos la parvedad temporal, arriesgando largos años de pesadumbre colectiva de un pueblo arrepentido y conforme.
Si las organizaciones de base y los ciudadanos y ciudadanas que desahogan su impotencia a través de las redes sociales y otros medios masivos de comunicación, en su gran mayoría de manera incógnita, se rebelaran, usando los mecanismos de participación ciudadana que nos otorga la ley, existiese la posibilidad de transformar las malas prácticas políticas y se superaría la crisis de liderazgo y malos gobiernos motivados por la consigna: “sin plata, no hay victoria”. Pero hay un monstruo que asusta más que la misma corrupción y es nuestra indiferencia y conformismo, que cuando es acompañado de la resignación, termina por generar en nuestro interior un sabor amargo a pérdida y derrota.
No obstante, no podemos generalizar. Existe un grupo numeroso de ciudadanos que iniciamos el ejercicio de construir cambios estructurales para transformar a Cartagena, y aunque fuimos utilizados por la rancia y tradicional politiquería, creemos que es posible subsanar el hecho y generar ideas que nos permitan exigir a las autoridades competentes actuar de conformidad con lo que se merece la ciudad.
A los buitres del dinero y el poder, hay que decirles que la administración pública no es propiedad de una familia, debe ser entendida como el conjunto de organismos, funcionarios, actividades, funciones y responsabilidades que son propios de la rama ejecutiva del poder público y cuyo propósito es servir a la ciudadanía.
No desistamos y sigamos en búsqueda del camino que nos llevará a construir una ciudad donde todos aportemos; donde no haya pobreza extrema, sino riqueza espiritual, mental, física y por consiguiente económica; donde los estratos uno hasta el siete, paguen sus impuestos sin trampas ni exoneración de ningún tipo; pero sobre todo confiados en que no acabará en el bolsillo de perversos; una ciudad donde lo público sea del público y no privatizado por algunos apellidos; donde el orgullo sean los polos de desarrollo industrial, portuario, turístico, la seguridad alimentaria; y el más importante, ser cartageneros ejemplares y respetuosos de la cosa pública.
Todo ello para que sin miedo al mundo globalizado podamos gritar que Cartagena sigue siendo el corazón del Caribe.
*Administrador Público
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