Forjarse una vida saludable, próspera y feliz es un mandato divino. Es el fin terrenal para el que fuimos creados.
La idea madre es que cada persona puede lograrlo aunque no sea una tarea sencilla. Requiere desarrollar los principios que la naturaleza nos proporciona en forma embrionaria y que, dependiendo de las circunstancias en que venimos al mundo y que rodean nuestra existencia, puede ser más difícil para unos que para otros.
El desarrollo de los principios correctos y el vivir en armonía con ellos es lo esencial y cuanto más conocemos los principios correctos mayor es nuestra posibilidad para actuar con sabiduría y alcanzar en la tierra el fin terrenal para el que fuimos creados.
Las personas que descubren su vocación y conforme a ella elaboran su misión de vida poseen la esencia de la proactividad y asumen la responsabilidad de manejar su vida. Eso les facilita ser eficaces, eficientes y efectivos en el curso de su existencia.
La verdad es que cada persona puede alcanzar la felicidad en su vida terrenal. El ejercicio de la voluntad es la herramienta para conseguirlo.
Como todos los principios que gobiernan la conducta humana, la naturaleza nos la entrega embrionaria y es el buen ejercicio de la libertad lo que nos permite desarrollarla mediante la repetición de ejercicios inteligentes.
Querer es poder, dice el adagio popular, pero para que esto sea cierto se requiere de una voluntad vigorosa en sus tres manifestaciones: la voluntad inhibitoria, la realizadora y la perseverante.
Para aplicar la primera nos basta con decir “no” a las cosas que no nos convienen. Por ejemplo, si uno se ha propuesto economizar para crearse un capital semilla que le permita iniciar una actividad independiente, tiene que decirle “no” a la apetencia de comprar algo que no le es necesario.
Esta expresión de la voluntad inhibitoria es relativamente fácil de cumplir.
Pero cuando se trata de un adicto al tabaco, al alcohol, al sexo o a la droga, la cosa es a otro precio.
La voluntad realizadora es la que convierte en realidad lo que la inteligencia nos muestra como conveniente. Un mesero sabe que si aprende inglés le mejorarían el salario en el restaurante o en el hotel donde trabaja y se le abrirían muchas oportunidades, conoce la solución de su problema financiero pero aprender inglés le exigirá muchas horas de aprendizaje y para ello requiere de la voluntad realizadora.
Quien se hace dueño de su voluntad se hace dueño de su destino pero quien anhela realizar su misión de vida y alcanzar sus sueños requiere de la perseverancia y esto supone la constancia en el cumplimiento de sus compromisos, en superar el desaliento cuando las cosas no salen como se esperaba, en llegar hasta el final superando las dificultades para coronarlas con éxito.
Napoleón solía decir “con constancia y tenacidad se obtiene lo que se desee; la palabra imposible no tiene significado”.
Claro que para la persona que encontró su vocación y elaboró su misión de vida el uso de la voluntad para conseguirla no solo le resulta fácil sino estimulante y divertido. Tiene ante los ojos el fin que se propone conseguir, lo que orienta y acrecienta sus energías y lo convierte en una de esas personas de quien se dice: “Ese sabe lo que quiere y lo sabe conseguir”. Es como el capitán de un barco que conoce con precisión el puerto al que se dirige y a quien las tempestades no lo desvían de su destino.
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