…;cantaba Mercedes Sosa, “...porque levantan el pecho/ cuando les dicen harina/ sabiéndose que es afrecho”. Cien mil de ellos se lo recordaron al Ministro de educación chileno el pasado jueves, en respuesta a la demagógica propuesta con la que intentó disolver sus protestas. El gobierno de Piñera ha tenido que cambiar de estrategia, negociar, reprimiendo la brutalidad con la que probó a silenciarlos. Alguien debe haberle advertido que revivir la memoria de la dictadura no era la mejor apuesta para un país que, aunque eligió el olvido en nombre del progreso, no ha terminado de sanar sus heridas.
El día anterior, la prensa anticipaba el triunfo de la propuesta de Bulnes, que los estudiantes rechazaron por “impresentable”. Lo que reclaman es un cambio estructural, que elimine el afán de lucro de las instituciones educativas y reestablezca la responsabilidad del Estado en la educación de sus ciudadanos. Porque aún en Chile, emblema del éxito del neoliberalismo en Latinoamérica, la pobreza prolifera y los estudiantes no pueden pagar su educación. Más aún, insisten, no deberían tener que pagarla. Qué se puede esperar de ese modelo para estudiantes de otros países, que exportan flores en vez de níquel? El puro afrecho, las sobras de un sistema que erradica lo mejor del ser humano, desde su intelecto hasta su generosidad, para convertirnos en máquinas de consumo.
El año pasado fueron los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico quienes pasaron meses viviendo en los jardines de la universidad, en una protesta hermosa, llena de creatividad además de causas justas, con la que movieron a otros sectores de San Juan contra las medidas de la derecha vendida que los gobierna. Derecha que, por cierto, también reprimió, negoció y los traicionó tan pronto como salieron del recinto.
Sin irnos tan lejos, el primer semestre de este año fui testigo de dos protestas masivas en Bogotá. Caminé en dirección contraria a una de esas marchas por calles y calles, entre antimotines bañados por bombas de pintura, perpleja ante la persistencia de miles y miles de estudiantes cuyas consignas se escuchaban varias cuadras a la redonda. Todo para que los noticieros anunciaran a duras penas que las manifestaciones habían procedido sin disturbios. Ni una palabra sobre sus reclamos, el más sospechoso silencio sobre las gigantescas dimensiones de la marcha.
Las protestas populares globales desafían hoy ese silencio cómplice que ha permitido vender la globalización del mercado como único sistema posible: Desde los madrileños en las plazas hasta la cara “oscura” del mal compuesto multiculturalismo londinense, pasando por los ciudadanos del Medio Oriente desbancando tiranos. Por fin el retorno del dolor reprimido en pro del capital de unos pocos. Por fin el desafío a la codicia como único valor compartido.
La rebeldía renacerá siempre que existan las razones de la lucha: la discriminación y la desmesura en la pobreza y la riqueza, que han crecido de la mano de nuestra indolencia. Con suerte esta vez lograremos salir de la anestesia de los carros y zapatos de moda para detener la invasión del “plástico” que imaginaron con horror nuestros padres. Porque también ellos fueron estudiantes. Aunque muchos lo hayan olvidado.
*Profesora e investigadora
nadia.celis@gmail.com