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Columna

Cincuenta fructíferos años

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Hay conmemoraciones que revisten significación especial. Así ocurre cuando se trata de acontecimientos que tienen que ver con aspectos notables de la vida del país. En mayor grado al tratarse de los vínculos con naciones amigas. En este caso se trata de la India, estado con el cual Colombia estableció relaciones diplomáticas hace medio siglo. Es lo que ahora se comienza a celebrar en las dos latitudes. Hablar de la India es mencionar uno de los rincones que mayor interés despierta hoy. Es un abigarrado mundo de culturas, religiones, tradiciones, experiencias colectivas de todo orden y, lo más atractivo, de toda suerte de expectativas y posibilidades hacia el futuro. Sólo acercándose a esa contrastada sociedad, como pude hacerlo hace unos años, se puede vislumbrar la estructura social y económica de uno de los mayores conglomerados humanos en el planeta. En la India, país fascinante e increíble para el viajero, sus dimensiones son gigantescas. Con dieciocho idiomas oficiales y trece religiones legalmente reconocidas, al comparar con el ámbito colombiano encontramos que el territorio indio es tres veces mayor que el nuestro y su población equivale a cuarenta y cinco veces la nuestra. Estructuralmente se pueden destacar la significación que tiene el núcleo familiar, la continuidad de las castas, la repercusión comunitaria de los credos religiosos y alguna debilidad en la institucionalidad nacional. Políticamente esto último comienza a variar, como consecuencia de las elecciones recientes, que afianzaron al Partido del Congreso y al jefe del gobierno Manmohan Singh. Todo hace pensar que en adelante las gentes le darán mayor valor a las preocupaciones nacionales, que a muchos de los asuntos provinciales. Cuando se toma la decisión de visitar a la India, se debe hacer con una mente abierta. Es innegable el contrapunto entre los avances logrados en materia educativa, en las industrias automotriz, farmacéutica, petroquímica y textilera, y las expresiones de pobreza ciudadana que aparecen en las grandes urbes. Pobreza en el sentido material, que no en el contenido espiritual, como con sobrada razón me lo recalcara el guía que me acompañaba al recorrer Mumbay. Es mucho lo que la India y Colombia pueden lograr al avanzar en sus vínculos culturales y económicos. Incontables los bienes y servicios que de allá podemos seguir recibiendo y variados los suministros que estamos en capacidad de ofrecer, comenzando con materias primas del sector minero y energético. Estos cincuenta años de relaciones colomboindias deben significar un hito con toda suerte de buenas perspectivas. Sobresalen en el entorno cultural indio la espiritualidad y el apego a las prácticas religiosas. La vida interior y el culto a los valores morales son consustanciales en el indio. A lo cual se aúnan los profundos sentimientos religiosos. De igual manera, la India aparece como una nación muy comprometida con la causa del entendimiento mundial. No obstante sus divergencias con Pakistán, el pueblo indio le sigue apostando a la paz, con profunda convicción. Con absoluta certeza, la semilla que dejó como invaluable legado el Mahatma Gandhi cayó en terreno fértil y sus frutos se siguen dando. marcan2@etb.net.co

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