Groenlandia, la isla más grande del mundo, se encuentra en el epicentro de una nueva controversia internacional. Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, ha declarado abiertamente su interés en que Groenlandia se convierta en territorio estadounidense, desatando críticas y preocupación global. La propuesta, calificada de “absurda” por Dinamarca, no solo ha generado tensiones diplomáticas, sino que ha revivido los debates sobre la soberanía y el futuro político de la isla.
La polémica escaló tras la reciente visita de Donald Trump Jr. a Nuuk, capital groenlandesa. Aunque oficialmente presentada como un “viaje personal”, los analistas la interpretan como un gesto simbólico que busca posicionar el interés estadounidense en la región. La visita no ha pasado desapercibida, alimentando la desconfianza en Dinamarca y en la propia Groenlandia, donde los líderes locales han reafirmado que el futuro de la isla debe ser decidido por sus habitantes. (Lea: Trump cancela viaje a Dinamarca por negarse a vender Groenlandia).

El gobierno danés fue contundente: “Groenlandia no está en venta”. Así lo expresó la primera ministra Mette Frederiksen, quien rechazó cualquier intento de negociación territorial, calificándolo como “incompatible con los principios democráticos modernos”. La postura groenlandesa es aún más firme: su primer ministro, Múte Bourup Egede, insistió en que cualquier interferencia externa será vista como un ataque a su autonomía.
¿Por qué Groenlandia?
Ubicada estratégicamente en el Ártico, Groenlandia es mucho más que un territorio helado. Con vastos recursos naturales, incluidos minerales raros y potencial energético, la isla representa un punto clave en la creciente competencia geopolítica por el control del Ártico. Para Estados Unidos, su adquisición podría consolidar su influencia en la región frente a países como Rusia y China, que han mostrado interés en explotar los recursos árticos. (Lea: Groenlandia define hoy explotación minera en tierras raras de la isla ártica).
No es la primera vez que Estados Unidos intenta obtener a Groenlandia. En 1946, Harry Truman ofreció 100 millones de dólares por la isla, pero fue rechazado; sin embargo, el panorama actual es diferente: el deshielo por el cambio climático ha hecho que las rutas marítimas y los recursos naturales de Groenlandia sean más accesibles, aumentando su valor estratégico.
Reacciones globales
La propuesta de Trump ha causado un terremoto político. La Unión Europea, Canadá y otros actores internacionales han expresado su rechazo a lo que consideran una postura expansionista y poco diplomática de Estados Unidos. “Esto no es una subasta”, dijo un portavoz de la Comisión Europea, subrayando que el futuro de Groenlandia debe basarse en la autodeterminación.
En el ámbito interno, los groenlandeses observan con cautela. Aunque la isla goza de alto grado de autonomía, sigue dependiendo económicamente de Dinamarca, que subsidia gran parte de su presupuesto. Algunos sectores ven el interés estadounidense como una amenaza a su identidad cultural y política, mientras que otros temen que la presión internacional desestabilice su economía. (Lea: Lo que hace atractiva a Groenlandia para Trump).
Un escenario en evolución
La controversia deja muchas preguntas abiertas. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Estados Unidos para cumplir los deseos de Trump? ¿Podría Groenlandia aprovechar esta coyuntura para renegociar su relación con Dinamarca? Y, lo más importante, ¿cómo influirá esta disputa en el delicado equilibrio de poder en el Ártico?
Por ahora, Groenlandia permanece firme en su decisión: no está en venta; pero en un mundo donde el cambio climático y los intereses geopolíticos redefinen constantemente las prioridades, su posición estratégica la mantendrá en el foco de los grandes poderes mundiales.