Lo que durante décadas fue un caso frío, olvidado en los archivos del condado de Alameda, California, hoy cobra nueva vida.

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Redacción MundoLa justicia, aunque tarde, ha llegado para Zachary Jackson, un hombre de 30 años que fue hallado muerto a tiros en su propia casa en junio de 1993. Su homicidio permaneció sin resolver por más de tres décadas, hasta que nuevas pistas, declaraciones y la persistencia de los investigadores lograron que el caso se abriera nuevamente y que dos personas fueran finalmente arrestadas.
Las autoridades confirmaron que los detenidos son Veronica Fonseca, madre de los dos hijos de la víctima, y su entonces pareja sentimental Anthony Fox. Ambos fueron acusados de asesinato y robo residencial en primer grado por la Fiscalía del Condado de Alameda. Según las investigaciones, Fonseca habría participado en la planeación del crimen, mientras que Fox sería quien ejecutó los disparos que acabaron con la vida de Jackson.
Así fue el asesinato de Zachary Jackson en 1993
El crimen ocurrió en una zona no incorporada de Hayward, en el área de la bahía de San Francisco; en California. Durante años, el caso se desvaneció entre teorías y sospechas erradas, incluyendo conflictos de vivienda que desviaron la atención de los verdaderos responsables. No fue sino hasta 2014, cuando un informante anónimo mencionó a Fonseca y Fox, que las autoridades retomaron el expediente. En 2021, una nueva pista enviada a través del sitio web del sheriff volvió a poner sus nombres sobre la mesa, pero aún faltaban pruebas sólidas.

Tres décadas después del crimen, en 2025, las piezas del rompecabezas finalmente encajaron. Con la aparición de testigos clave y declaraciones verificadas, la fiscalía logró reabrir el caso y ordenar los arrestos. Fonseca fue capturada en Queens, Nueva York, mientras que Fox fue detenido en Iowa, ambos con orden de extradición a California para enfrentar a la justicia.
Aunque los fiscales no han revelado el motivo exacto del asesinato, todo apunta a disputas personales y tensiones familiares que se prolongaron durante años. Lo cierto es que la muerte de Zachary Jackson deja una marca profunda: la de un padre joven que fue silenciado en su propio hogar, y la de un sistema judicial que, pese al paso del tiempo, no renunció a encontrar la verdad.
Treinta y dos años después, este caso es un recordatorio poderoso de que la justicia puede tardar, pero no se extingue. Como dijo un portavoz del sheriff del condado de Alameda: “La justicia cojea, pero llega. Siempre llega.”
