La cumbre de Alaska, la operación especial del Kremlin para seducir al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, resultó ser un fracaso, ya que en tres meses ha empujado a la Casa Blanca a adoptar sanciones contra las petroleras rusas, demandar un alto el fuego en Ucrania y estudiar la reanudación de los ensayos nucleares.
Lo que en su momento fue una victoria diplomática para el presidente ruso, Vladímir Putin, que el 15 de agosto rompió tres años y medio de aislamiento, se convirtió en un callejón sin salida para el Kremlin. “Seguimos dispuestos a celebrar la segunda cumbre ruso-estadounidense en Budapest si realmente se basa en los resultados bien alcanzados en Alaska”, comentó Serguéi Lavrov, ministro de Exteriores ruso.
Lavrov, que lleva “apartado” más de dos semanas por abortar la cumbre de Budapest, acusa a Trump de darle la espalda a “los entendimientos” alcanzados en Anchorage, en alusión a la necesidad de solucionar “la causas originales” del conflicto. En cambio, lo que ocurrió es que Moscú creyó que la reunión de Anchorage le daba carta blanca para regresar a sus exigencias respecto a Ucrania y la OTAN sobre la guerra. Le podría interesar: La dura advertencia de Rusia a Estados Unidos sobre un posible ataque a Venezuela
Y ahí se considera que estuvo el error, pues Trump decepcionó a ucranianos y europeos al abandonar entonces el ultimátum y la demanda de un inmediato alto el fuego. No obstante, poco después canceló Budapest precisamente por la negativa de Moscú a cesar las hostilidades. Los intentos de Lavrov de repartir culpas llegan tarde, ya que, como dijo el secretario de Estado, Marco Rubio, no habrá cumbre mientras no haya expectativas de acuerdo.
Rusia empieza a sentir el impacto de las sanciones
Las sanciones contra las dos mayores petroleras rusas Rosneft y Lukoil, han sido un duro revés para el Kremlin, ya que entrarán en vigor el 21 de noviembre, justo cuando la economía empieza a mostrar síntomas de contracción. “Veremos en seis meses”, dijo Trump cuando Putin intentó restar importancia a las sanciones.
La realidad es que los ingresos por exportaciones de hidrocarburos rusos han caído casi un 27% en octubre en comparación con el mismo mes de 2024, según datos oficiales. Además, esta semana se produjo un descenso récord del precio del petróleo ruso Urals, que es ahora casi 20 dólares más barato que el barril de Brent.
Lukoil, que supuestamente ha recibido más tiempo para vender sus activos en el extranjero, anunció el comienzo de las negociaciones, de las que se bajó el grupo suizo Gunvor tras ser tachado por Estados Unidos de “marioneta del Kremlin”.
En caso de que no logre vender sus activos, que se estiman en más de $14.000 millones de euros, existe el riesgo de nacionalización en países como Bulgaria o Rumanía. Lea también: Extensión del acuerdo nuclear: Trump respalda la propuesta de Putin
Putin viajará a India a principios de diciembre para garantizar que Nueva Delhi resiste las presiones de Trump y sigue importando petróleo ruso, aunque las refinerías indias ya han reducido los pedidos desde que EE.UU. aumentara al 50% los aranceles en agosto. Además, el Congreso estadounidense se plantea aprobar una ley que supondría la confiscación de los activos rusos bajo su jurisdicción, en línea con las intenciones de la Unión Europea.
Rusia y las maniobras nucleares
Ante el giro dado por Trump, Putin recuperó del baúl de los recuerdos las viajes tácticas a las que la propia Unión Soviética renunció tras la Crisis de los Misiles de Cuba. Maniobras nucleares por tierra, mar y aire, y el lanzamiento de dos sistemas de armamento de nueva generación con propulsión nuclear, uno de ellos de alcance ilimitado. Lea también: Rusia revela el misil Burevestnik 9M730, el nuevo orgullo nuclear de Putin
El objetivo es que Estados Unidos entienda que hay temas mucho más urgentes e importantes que Ucrania, como es el caso del desarme nuclear, ya que Trump ordenó estudiar la reanudación de los ensayos con armas nucleares.
Trump puso las cartas boca arriba al asegurar que su objetivo real es negociar una reducción del arsenal estratégico no sólo con Rusia, sino también con China, que alcanzará a ambas superpotencias nucleares “en cuatro o cinco años”.

