Estados Unidos vive uno de los momentos más críticos de los últimos años. Tras más de un mes sin aprobarse el presupuesto fiscal, el gobierno federal permanece parcialmente cerrado.
El cierre del gobierno, iniciado el pasado 1 de octubre, estalló cuando el Senado no logró aprobar el presupuesto para el nuevo año fiscal. Los demócratas rechazaron el plan presentado por el bloque republicano, el cual recortaba fondos a programas sociales insignia, entre ellos el Obamacare.
La consecuencia ha sido devastadora: la Casa Blanca se vio obligada a suspender múltiples servicios consulares en el extranjero, mientras agencias federales esenciales, como el Departamento de Transporte, la FAA (Administración Federal de Aviación) y la TSA (Administración de Seguridad en el Transporte), se quedaron sin los recursos necesarios para pagar a su personal.
Una crisis humana: trabajadores sin salario ni certezas
Según el Bipartisan Policy Center, cerca de 670.000 empleados federales fueron puestos en licencia sin pago (furloughed) y otros 730.000 permanecen laborando sin recibir salario por ser considerados “esenciales”.
Entre ellos se encuentran 13.000 controladores de tráfico aéreo y 50.000 agentes de seguridad aeroportuaria, quienes siguen operando en aeropuertos colapsados, sin compensación económica y bajo extenuantes jornadas de trabajo de seis días semanales.
La falta de ingresos ha llevado a miles de trabajadores a buscar empleos temporales —como conductores de Uber o repartidores de DoorDash; para sobrevivir. Otros, simplemente, comenzaron a reportarse enfermos. Este ausentismo se ha disparado a niveles históricos: más del 20 % de los controladores no se presentan a sus turnos, triplicando la tasa normal.

Aeropuertos al límite: colapso del sistema aéreo estadounidense
Las consecuencias se sienten con fuerza en los aeropuertos. En grandes terminales como Houston, Dallas, Orlando, Los Ángeles, Atlanta y Nueva York (JFK y LaGuardia), las filas de seguridad alcanzan entre tres y cinco horas. Algunas terminales operan solo al 40 % de su capacidad.
El ausentismo de personal ha generado demoras y cancelaciones masivas de vuelos, alcanzando cifras inéditas: en un solo fin de semana, más de 6.200 vuelos fueron retrasados y más de 500 cancelados, según datos de Reuters y FlightAware.
El secretario de Transporte, Sean Duffy, advirtió que la situación “es insostenible” y anunció la reducción del 10 % del tráfico aéreo en 40 de los aeropuertos más grandes del país, entre ellos Nueva York, Washington, Chicago, Dallas, Houston, Phoenix, Las Vegas y Los Ángeles.
Esto implicará cancelar hasta 268.000 vuelos diarios, afectando a cientos de miles de pasajeros y poniendo en riesgo la temporada de Acción de Gracias, el periodo con mayor volumen de viajes del año en Estados Unidos.
El punto de quiebre: seguridad aérea en riesgo
La crisis ha puesto en evidencia la fragilidad del sistema de seguridad aérea estadounidense. El exceso de carga laboral, la fatiga, la falta de pago y la escasez de personal se han convertido en una mezcla peligrosa.
En octubre, la FAA registró 22 incidentes relacionados con escasez de controladores. Y hace apenas unos días, un accidente aéreo en Kentucky reavivó las alarmas sobre el riesgo operativo en medio del cierre. Aunque la FAA no ha confirmado su relación directa con la falta de personal, el siniestro coincidió con el pico de ausentismo en las torres de control del centro del país.
En Washington, otro episodio generó pánico cuando se reportó una amenaza de seguridad en el área del Reagan National Airport, lo que provocó la evacuación temporal de una de sus terminales.
“Si no garantizamos personal y estabilidad, nos arriesgamos a algo peor que el caos: una tragedia aérea”, advirtió un funcionario de la FAA bajo anonimato a distintos medios de comunicación.
Una tormenta política con consecuencias reales
El cierre del gobierno se originó por un bloqueo político entre demócratas y republicanos que ha paralizado la financiación pública. El costo económico ya es colosal: según estimaciones de Reuters, el cierre podría costarle a la economía estadounidense entre 7.000 y 14.000 millones de dólares si se prolonga durante noviembre.
Mientras tanto, más de 1,4 millones de familias sufren las consecuencias directas: sin ingresos, sin certezas y sin saber cuándo volverán a recibir su próximo cheque. En varios estados, bancos y comercios locales han comenzado a ofrecer alivios temporales para los empleados federales afectados.
Estados Unidos enfrenta una tormenta perfecta: un gobierno sin presupuesto, una economía en tensión, y un sistema aéreo que amenaza con colapsar en la antesala de las fiestas más importantes del año.
Si no se alcanza un acuerdo presupuestario en los próximos días, la nación podría experimentar una paralización sin precedentes: vuelos cancelados, millones de pasajeros varados y un golpe devastador a la confianza internacional en la estabilidad de la primera potencia del mundo.
Los analistas del diario The Washington Post; uno de los más leídos en el territorio estadounidense, aseguraron que “El cierre del gobierno no solo ha dejado de pagar salarios; ha dejado de pagar la seguridad, la movilidad y la tranquilidad de todo un país.”

