Lo que hace apenas unas décadas parecía exclusivo de películas futuristas, hoy comienza a tomar forma en los laboratorios del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Ingenieros y neurocientíficos de esta prestigiosa universidad han desarrollado una prótesis de rodilla que no solo permite caminar, correr o subir escaleras con mayor agilidad, sino que además se integra profundamente al cuerpo del usuario, generando la sensación de que la extremidad artificial es, en efecto, parte del propio organismo.
Este avance, presentado recientemente en la revista Science, representa un salto significativo frente a las prótesis convencionales, que suelen limitar la movilidad y no logran integrarse de forma orgánica al esquema corporal del paciente. Lea: “Capibara” o “chigüiro”: error de Google desata lluvia de críticas
Según los investigadores, el nuevo sistema no solo mejora el rendimiento físico en actividades cotidianas, sino que transforma radicalmente la relación entre el usuario y la prótesis, al punto de borrar la frontera entre lo biológico y lo artificial.
¿Cómo funciona esta prótesis de última generación?
La tecnología, bautizada como prótesis mecanoneural osteointegrada (OMP, por sus siglas en inglés), introduce una serie de innovaciones clave. A diferencia de las prótesis comunes, que se apoyan en un encaje externo, esta se ancla directamente al hueso mediante un implante de titanio y se conecta a la musculatura mediante electrodos implantados.
Esto permite recoger señales neuromusculares reales, que son interpretadas por un sistema robótico inteligente para mover la pierna artificial de forma dinámica y sincronizada con la intención del usuario.
La base de este logro es una técnica quirúrgica desarrollada por el MIT, denominada interfaz mioneuronal agonista-antagonista, que reconfigura la musculatura residual de la persona amputada para que pueda enviar y recibir señales como lo hacía antes de la pérdida de la extremidad.
“Una prótesis integrada en el tejido no es simplemente una herramienta externa, sino una extensión funcional del cuerpo”, explica Hugh Herr, líder de la investigación, profesor del MIT y codirector del Centro K. Lisa Yang para la Biónica. “Cuanto más estrecha es esa integración, más el usuario percibe la prótesis como parte de sí mismo”.
El estudio clínico incluyó a dos personas con amputación por encima de la rodilla que usaron la nueva tecnología, además de 15 participantes que empleaban diferentes tipos de prótesis.
Las pruebas de movilidad mostraron que quienes llevaban la OMP ejecutaron mejor acciones como subir escaleras, superar obstáculos y realizar transiciones rápidas entre posturas, como sentarse y levantarse. Además, reportaron una marcada mejora en la percepción de control y en la integración de la prótesis a su esquema corporal, un fenómeno conocido como embodiment.
Durante los ensayos, los usuarios afirmaron sentir que tenían dos piernas y que controlaban la prótesis de forma directa, como si fuera una extremidad natural.
A lo largo del último siglo, los avances en prótesis han estado centrados en mejorar aspectos mecánicos, pero muchas tecnologías aún presentan limitaciones en términos de retroalimentación sensorial y control motor. El enfoque del MIT apunta precisamente a superar esas barreras, acercando la experiencia protésica a la complejidad y versatilidad del movimiento humano.
Aunque el sistema todavía debe superar nuevas etapas clínicas y la aprobación regulatoria de la FDA, los investigadores estiman que esta prótesis podría estar disponible comercialmente en un plazo de cinco años. De concretarse, abriría un nuevo capítulo en el diseño de dispositivos biónicos y en la calidad de vida de millones de personas con amputaciones.