En medio del devastador conflicto en la Franja de Gaza, la muerte de Yaqeen Hammad, una joven influencer de solo 11 años, ha conmovido a miles de personas dentro y fuera de Palestina. La menor fue una de las víctimas de los bombardeos israelíes en la zona de al-Baraka, en Deir al-Balah, el pasado viernes.
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Paola León SalasSu cuerpo fue hallado entre los escombros tras el ataque, en el que también murieron nueve de los diez hijos de una médica palestina, según informaron medios locales. La noticia provocó una oleada de mensajes de duelo en redes sociales, donde Yaqeen era seguida por miles de personas que admiraban su valentía y compromiso en medio del conflicto.
“En lugar de estar en la escuela disfrutando de su infancia, estaba en Instagram ayudando a otros en Gaza. Sin palabras, absolutamente sin palabras”, escribió un usuario en X (antes Twitter).
Compromiso y esperanza desde la infancia
Lejos de ser una influencer convencional, Yaqeen utilizaba sus redes sociales para mostrar cómo sobrevivir en una Gaza asediada, enseñando a cocinar sin gas, a improvisar soluciones ante la escasez, y participando activamente en labores humanitarias junto a su hermano mayor.
“¿Nos cortan el gas? ¡Pues hacemos el nuestro! Esta es Gaza, el orgullo de la nación musulmana”, decía en uno de sus videos, donde la resiliencia y creatividad de la niña quedaban al descubierto.
A pesar de su corta edad, Yaqeen colaboraba con Ouena Collective, una ONG que brinda ayuda humanitaria en Gaza. Repartía comida, ropa y juguetes entre familias desplazadas y participaba en proyectos comunitarios, incluyendo la construcción de viviendas improvisadas para quienes lo habían perdido todo.
Una voz en contra de la guerra
La historia de Yaqeen Hammad es un reflejo del impacto que el conflicto tiene sobre los niños palestinos. Su rostro, su voz y su energía se habían convertido en símbolo de esperanza en uno de los contextos más hostiles del planeta. Hoy, su pérdida deja un vacío profundo entre quienes veían en ella una luz en medio del horror.
Su muerte, junto a la de tantos otros menores en Gaza, vuelve a poner sobre la mesa la urgencia de proteger la vida civil y especialmente la infancia en contextos de guerra. Yaqeen no solo narraba la guerra: la vivía y luchaba, hasta que una bomba silenció su voz.