En medio de una ola de conflictos armados que sacuden al mundo, los niños siguen siendo las víctimas más silenciosas. Heridos no solo por las balas, sino por traumas invisibles que se incrustan en su mente y marcan su infancia para siempre. La violencia los expulsa de sus hogares, los separa de sus familias y les arrebata el derecho a crecer en paz.

La psicoterapeuta holística Yeny Chica explicó que las secuelas psicológicas de la guerra en los niños pueden ser profundas y duraderas si no se tratan a tiempo. “Las consecuencias van desde el estrés postraumático y la ansiedad, hasta trastornos del sueño, dificultades para concentrarse y conductas agresivas o impulsivas inexplicables”, afirmó.
Entre los efectos más comunes están el trastorno de estrés postraumático, la depresión y la ansiedad. Estos se manifiestan en pesadillas recurrentes, miedo constante, aislamiento y la incapacidad de sentirse seguros, incluso en ambientes aparentemente tranquilos. También pueden experimentar dificultades en el desarrollo, problemas de atención y cognitivos, culpa, vergüenza e inseguridad para comunicarse y confiar. Lea: Ucrania sufre nueva oleada de ataques rusos: al menos 13 fallecidos
Cifras de niños heridos por la guerra
Conocer el impacto real de estas afectaciones es aún más estremecedor cuando se entiende que miles de niños están expuestos a estas secuelas en tiempo real.

Solo en la guerra entre Rusia y Ucrania, entre el 24 de febrero de 2022 y el 31 de diciembre de 2024, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU verificó la muerte de 669 niños, 521 en territorio controlado por Ucrania y 148 en zona ocupada, y 1.833 resultaron heridos, la mayoría por armas explosivas en zonas residenciales.
En Medio Oriente, el drama es aún más estremecedor. El pasado 22 de mayo, durante un encuentro de la Asociación de Corresponsales de Prensa ante la ONU en Ginebra, el ministro de Sanidad de Palestina, Maged Abu Ramadan, aseguró: “Veintinueve niños menores y ancianos han perdido la vida en los últimos dos días, y esto no incluye lo ocurrido hoy”. Lea también: Al menos 20 muertos en Gaza tras ataque israelí a una escuela
Además, reveló que la ofensiva de Israel contra la Franja de Gaza ha dejado 16.503 menores fallecidos, incluidos más de 900 bebés de menos de un año.
A estas tragedias se suman las de conflictos en Sudán, India, Haití y otras zonas donde la infancia sufre en silencio los estragos de guerras que no han ganado tanto espacio en las agendas mediáticas.

Impacto emocional de los conflictos bélicos
Más allá de las cifras, los niños víctimas de guerra arrastran un dolor que muchas veces es malinterpretado por los adultos a su alrededor. Según la psicoterapeuta Yeny Chica, estas afectaciones emocionales pueden traducirse en conductas agresivas, retraimiento extremo o dificultad para confiar y el desarraigo que sienten.
El impacto no es solo emocional. Muchos niños también enfrentan retrasos en su desarrollo físico, emocional y del lenguaje, así como dificultades cognitivas: problemas de memoria, atención, análisis y resolución de problemas.
Otros cargan con una culpa silenciosa: la de haber sobrevivido cuando otros no, o de no haber podido ayudar. A eso se suma la vergüenza, especialmente en quienes han perdido su hogar o han sido víctimas de violencia directa. Sienten que su historia personal los hace diferentes, incluso menos valiosos. Le puede interesar: Gaza al limite: ¿por qué la ONU no ha podido intervenir?

Además, la experta señaló que estos menores experimentan una profunda inseguridad para comunicarse y confiar en los demás, lo que dificulta la creación de vínculos sanos y el proceso de sanar emocionalmente.

Frente a esta realidad, es evidente que los niños víctimas de la guerra requieren más que una respuesta humanitaria inmediata, que ya de por sí es difícil en zonas como Gaza, se necesita mayor atención psicosocial que aborden las secuelas del conflicto a largo plazo y garanticen su pleno desarrollo. Le recomendamos leer: Gaza al limite: ¿por qué la ONU no ha podido intervenir?
Pasar por alto estos impactos es perpetuar el daño. Aunque los combates cesen, sus efectos persisten en las mentes y cuerpos de quienes los vivieron. Acompañar su recuperación no es solo una opción ética, sino una obligación de cualquier sociedad que aspire a una paz duradera y a una verdadera reparación.