Pasadas las 11 de la mañana, una humarada blanca paralizó al mundo aquel 8 de mayo, hace ya casi veinte días. Desde la muerte del papa Francisco, la Iglesia Católica permanecía en luto y a la expectativa de quién sería el hombre que tomaría las riendas del rebaño. Por eso, el humo blanco, ascendido desde la chimenea de la Capilla Sixtina en el corazón del Vaticano, sólo podía significar una cosa: el Cónclave había elegido. Había un nuevo Papa.
Unas dos horas después, en medio del murmullo contenido de la multitud congregada en la Plaza de San Pedro, los cardenales hicieron un anuncio que pocos esperaban: Robert Francis Prevost Martínez. Su nombre no encabezaba las listas de los favoritos ni ocupaba titulares en los medios de comunicación. Sin embargo, allí estaba, con lágrimas visibles y labios temblorosos, en una imagen que dio la vuelta al mundo.

Estadounidense de alma latina. Cuarenta años de misión en Perú lo convirtieron en un hijo adoptivo, en alguien que entiende no sólo el idioma, sino el dolor y las dolencias de este lado del mundo. Esperábamos tal vez un perfil más rígido que se dirigiese al mundo en un inglés nativo, pero luego de sus primeras palabras en italiano pronunció en un español fluido: “y si me permiten también unas palabras, un saludo a mi querida diócesis de Chiclayo en Perú”. Lea también: León XIV: el primer papa agustino, estadounidense y peruano
León XIV: las primeras palabras, los primeros gestos
Desde el primer momento, León XIV ha revelado su preocupación por tres ejes fundamentales: la inteligencia artificial, la reconciliación entre los pueblos y una comunicación comprometida con la paz y la verdad. Lejos de una mirada defensiva ante la modernidad, sus primeros discursos han sido una invitación a discernir, dialogar y abrazar los tiempos con fe firme y buena disposición.
Así lo dejó claro el 12 de mayo, durante su audiencia a los representantes de los medios de comunicación, cuando expresó, entre otras muchas cosas: “Debemos decir: no a la guerra de las palabras, de las imágenes. Debemos rechazar el paradigma de la guerra.”

Su llamado no fue solo simbólico. Apeló directamente a la conciencia de las naciones, pidiendo la liberación de periodistas encarcelados y reconociendo el valor de aquellos que informan sobre la verdad, incluso a costa de sus vidas.
Aquel discurso, impregnado de gratitud hacia los periodistas y lleno de referencias a San Agustín y al papa Francisco, culminó con una exhortación poderosa: “Desarmemos las palabras y contribuiremos a desarmar la tierra. Una comunicación desarmada y desarmante nos permite compartir una visión diferente del mundo y actuar de forma coherente con nuestra dignidad humana.” Lea también: ¿Quién fue el papa León XIII?: el antecesor de Robert Prevost
Unidad, caridad y misión
Pero fue en la homilía del 18 de mayo, frente a miles de fieles en la Plaza de San Pedro, donde León XIV trazó las primeras líneas del mapa espiritual que desea construir. Con palabras cargadas de simbolismo y sencillez, recordó la tristeza de la muerte de Francisco, pero también el consuelo pascual que la Iglesia recibió. Habló de Pedro, de la responsabilidad de amar aún más, de servir sin imponerse. “A Pedro se le confía la tarea de ‘amar aún más’ y de dar su vida por el rebaño... No se trata nunca de atrapar a los demás con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder, sino que se trata siempre y solamente de amar como lo hizo Jesús.”
Ese amor, explicó el Papa, no es una consigna. Es una forma concreta de ejercer la autoridad. Es acoger, escuchar, caminar con los otros, no por encima de ellos. Rechazó con claridad la figura de un Papa líder solitario. Él se presenta como servidor, no como superior, como un pastor que guía a un rebaño.
El mensaje del líder religioso no es uno de uniformidad, sino de comunión. Valora la historia de cada pueblo, reconoce la riqueza de la diversidad y llama a todos, creyentes, agnósticos, personas de otras religiones, a construir un mundo reconciliado, la misma línea que trazó el papa Francisco durante su pontificado. “Nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad... ¡Esta es la hora del amor!”, dijo ante miles de feligreses.
Un Papa para un mundo herido
León XIV ha optado por hacer preguntas antes que ofrecer respuestas. “¿Cómo comunicamos? ¿Cómo amamos? ¿Cómo caminamos con los demás?”, ha planteado en más de una ocasión. Sus palabras, heredadas de los grandes Padres de la Iglesia -como San Francisco de Asís, León XIII y el propio papa Francisco-, parecen invitar a la paz a través del camino de la bondad, no de la amenaza. Lea también: Papa León XIV: así fue su primer saludo en español
Tal como Francisco, Robert ha elegido el camino de las metáforas para explicar su mensaje. Así lo hizo el pasado miércoles 21 de mayo durante su primera audiencia general, cuando dijo “Él nos ama así: no espera a que seamos el mejor terreno, siempre nos da generosamente su palabra. Quizás precisamente al ver que Él confía en nosotros, nazca en nosotros el deseo de ser un terreno mejor”, el terreno representa el corazón y lo que habita en él, es ese lugar metafórico en el que se encuentran los deseos y las carencias, aquello que recibimos y lo que damos.
Aún es temprano para comprender el alcance de su pontificado, pero si algo ha quedado claro en estos primeros días, es que León XIV quiere ser un Papa de puentes, uno que no teme a las preguntas del mundo, porque sabe que solo con amor, verdad y unidad se pueden responder.