Visitar el Vaticano es una experiencia que combina historia, arte y espiritualidad en un solo lugar. Aunque hoy es reconocido como el país más pequeño del mundo, con apenas 0,44 kilómetros cuadrados, pocos conocen la historia detrás de su singular tamaño. Este diminuto Estado cuenta con menos de 1000 habitantes y está rodeado completamente por Roma, alguna vez gobernó imponentes territorios y tuvo un peso político significativo en Europa. Sin embargo, tras siglos de conflictos, terminó reducido a su actual extensión, convirtiéndose en un destino turístico único en el mundo.
Más allá de su tamaño, este lugar ofrece a los visitantes un sinfín de atracciones: la majestuosa Basílica de San Pedro, los impresionantes Museos Vaticanos y la icónica Capilla Sixtina, hogar de los frescos de Miguel Ángel. Pero, además de su riqueza cultural, su historia es fascinante y está llena de giros inesperados. ¿Cómo pasó de ser una potencia con miles de kilómetros cuadrados a convertirse en el centro espiritual del catolicismo dentro de un microestado? Aquí te contamos todos los detalles.
De un extenso dominio a un microestado
Durante siglos, la Iglesia Católica no solo ejerció autoridad religiosa, sino también política. Desde la Edad Media, los Papas gobernaron los llamados Estados Pontificios, que se extendían por más de 44.000 kilómetros cuadrados en el centro de Italia. Ciudades como Roma, Bolonia y Perugia formaban parte de este dominio, consolidado con el respaldo de las monarquías europeas.
El control del Papa sobre estos territorios significaba que la Iglesia no solo tenía poder espiritual sobre los fieles, sino también control administrativo, fiscal y militar sobre las poblaciones dentro de sus dominios. Esto provocó conflictos con monarquías emergentes y otros Estados que buscaban unificar sus territorios.
Sin embargo, el siglo XIX marcó un punto de inflexión. Con el auge de los movimientos nacionalistas y la unificación de Italia, liderada por el Reino de Piamonte-Cerdeña, el poder del Papa fue desafiado. En 1860, gran parte de los Estados Pontificios fueron anexados al Reino de Italia y en 1870, las tropas italianas tomaron Roma, poniendo fin al dominio territorial de la Iglesia y dejando al Papa recluido en el Vaticano. Te podría interesar: Explora en un día las naciones más pequeñas del mundo.

El Tratado que definió el futuro del Vaticano
Para el año 1929, el Papa Pío XI y Benito Mussolini, entonces líder de Italia, firmaron los Pactos de Letrán, un acuerdo que reconoció al Vaticano como un Estado soberano con su territorio actual. A cambio, la Santa Sede renunció a cualquier reclamo sobre los antiguos Estados Pontificios y recibió compensaciones económicas por las tierras perdidas.
Este tratado estableció las bases del estatus del Vaticano como un Estado independiente, garantizando su autonomía en asuntos religiosos y diplomáticos. Además, reconoció al catolicismo como la religión oficial de Italia, aunque esta disposición fue revocada en 1984 con una reforma del tratado.
Un país sin ejército ni hospitales: el caso único del Vaticano
A diferencia de la mayoría de los Estados, el Vaticano no cuenta con un ejército convencional. Su seguridad está a cargo de la Guardia Suiza Pontificia, un cuerpo militar de élite con poco más de 130 miembros, encargados de la protección del Papa y la vigilancia de la Ciudad del Vaticano.
La Guardia Suiza, es conocida por su llamativo uniforme renacentista y su estricta disciplina. Aunque históricamente han usado alabardas como arma tradicional, en la actualidad reciben entrenamiento en tácticas modernas y cuentan con armas de fuego para proteger al Sumo Pontífice.

En cuanto al sistema de salud, el Vaticano tampoco posee hospitales propios. Sus habitantes, principalmente clérigos, diplomáticos y empleados de la Iglesia, reciben atención médica en hospitales de Roma.
A pesar de su diminuto tamaño, el Vaticano sigue teniendo un papel relevante en la geopolítica mundial. La Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas con más de 180 países y actúa como mediadora en conflictos internacionales. Su influencia se extiende a temas como derechos humanos, migración y resolución de conflictos.
Un tesoro cultural y religioso
Este lugar, es también un epicentro cultural y artístico. Alberga la Basílica de San Pedro, una de las iglesias más importantes del cristianismo y los Museos Vaticanos, donde se encuentran algunas de las obras de arte más icónicas de la humanidad. Entre ellas destaca la Capilla Sixtina, famosa por los frescos de Miguel Ángel que adornan su bóveda y el “Juicio Final”.
Cada año, millones de turistas visitan la ciudad para admirar su riqueza arquitectónica, histórica y religiosa. La Plaza de San Pedro, es escenario de eventos multitudinarios como las audiencias papales y las misas de Semana Santa.
Un país pequeño, una influencia gigantesca
Pese a haber perdido casi todo su territorio, el Vaticano sigue siendo un centro de poder espiritual y diplomático. La Iglesia Católica cuenta con más de 1.300 millones de fieles en todo el mundo, y la Santa Sede sigue desempeñando un papel clave en la política internacional.
El Vaticano es un caso único en la historia: un país que perdió casi todo su territorio, pero que sigue teniendo una influencia que trasciende fronteras y que en la actualidad, es un de los destinos de turismo religioso y cultural más populares del mundo.