Es un error lamentable no incluir a Matt Groening en la lista de aquellas mentes que osan predecir el futuro de la humanidad. Al hablar de adivinos, las primeras olas que llegan a la mente son los nombres de Nostradamus, Rasputín y Baba Yanga; no obstante, Groening, el creador de la serie animada Los Simpson, ha predicho con éxito muchos sucesos de nuestra sociedad. (Lea: “Los hipopótamos de la cocaína”, nueva preocupación para los científicos)
Entre sus vaticinios se encuentra el virus del ébola, la caída de las Torres Gemelas y la llegada de Trump a la Casa Blanca, por lo que hay mucha tela conspirativa en internet sobre este ámbito relacionado con la familia disfuncional de piel amarilla. Los fanáticos sonreirán al recordar lo siguiente.
En el episodio 1 de la temporada 12 del programa, llamado La Casa del Árbol del Terror XI, un segmento bautizado como La noche del delfín versa sobre una rebelión que organizan los delfines contra los humanos. Todo lo comienza Snorky, un cetáceo resentido por ser utilizado como un juguete en un parque marino, que es liberado por Lisa Simpson. El delfín aprende a hablar nuestro lenguaje, enseña a sus iguales a caminar con sus colas y conforma un ejército que mata personas. Lo que sucede al final no lo expondré porque odio los espóilers.
Es espectacular y enigmático cómo la ficción de esta serie se vuelve una realidad; nunca deja de sorprender cuando ocurre.
En medio de su conflicto con Ucrania, Rusia comenzó a usar delfines para proteger la base naval de Sebastopol de Crimea, en el mar Negro, según informó el Instituto Naval de Estados Unidos. Los americanos denunciaron como maltrato animal que los de Putin hayan instruido a los delfines a detectar minas, proteger barcos y encontrar buzos militares enemigos.
A la misma familia de los delfines pertenecen las orcas, animales de hasta ocho metros y de hasta seis toneladas que están en peligro de extinción. Pero hasta ahí no llega el vínculo entre las mal llamadas ballenas asesinas con los delfines; y bien que lo diga Gladis.
La pandilla de Gladis
Si en Los Simpson son los delfines los que se rebelan contra los embates humanos a la naturaleza; en la realidad, específicamente en el Estrecho de Gibraltar, donde el océano Atlántico se besa con el mar Mediterráneo, una orca “traumatizada” aprendió un comportamiento inusual y comenzó a atacar embarcaciones mercantes y yates sin un motivo aparente.

Esta agresividad fue replicada y ahora una manada de orcas tienen asustados a marineras, capitanes y tripulaciones de barcos que navegan por el lugar. Según reportes, en las últimas semanas ha habido más de 20 ataques en costas ibéricas. No se ha comprobado el origen de este comportamiento: si es una imitación o el dolor de un animal que se convierte en cátedra para su especie.
Las embestidas de la pandilla de Gladis rompen casquetes, perforan cubiertas y condenan timones a la inutilidad. Muchas embarcaciones de socorro y helicópteros de rescate se han desplegado en el patio de juegos o zona de guerra de las orcas, quienes, según el Grupo de Trabajo Orca Atlántica (GTOA), han provocado cerca de 500 incidentes desde 2020.
Así ataca el grupo de orcas liderado por Gladis:
“Gladis golpeó primero y todo se tambaleó. Luego, varias pequeñas sacudieron el timón en la parte trasera, mientras que la líder retrocedió repetidamente y embistió el barco con toda su fuerza desde el costado. Otras dos orcas copiaron la técnica de la que llaman Gladis y, con un ligero impulso, se lanzaron hacia el bote. Principalmente en el timón, pero también en la quilla”, relató Werner Schaufelberger, capitán alemán.
¿Por qué lo hacen?
El periodista Andy Gregory cita al biólogo Alfredo López Fernández, de la GTOA y la Universidad de Aveiro, en Portugal, quien explicó que es probable que Gladis pudo haber sufrido un “momento crítico de agonía, como chocar con un bote o quedar atrapada durante la pesca ilegal, lo que alteró su comportamiento en una forma defensiva”.
Gladis, por ende, se estaría vengando de aquellos pescadores que una vez intentaron cazarla y que la dejaron traumatizada al quedar atrapada en las redes de una embarcación, de la que escapó y ahora regresa acompañada. La naturaleza así como es de hermosa, es tan justa.

Gladis, en plena acción.
“La orca traumatizada es la que inició el comportamiento de contacto físico con los barcos. No es certero afirmar que las orcas adultas están enseñando a las jóvenes, aunque el comportamiento se ha extendido a las jóvenes a nivel vertical simplemente por imitación, y luego a nivel horizontal entre ellas porque lo consideran algo importante en sus vidas”, precisó el biólogo en su entrevista para Gregory, publicada por el medio Independent.
Por otro lado, hay quienes teorizan que al acabarse la quietud en el tránsito naviero que hubo en medio de la pandemia del COVID-19, las orcas se desconcertaron al ver tantos barcos, de aquí para allá, de allá para acá, por un escenario que habían hecho suyo, por lo que enfrentan esta perturbación a punta de melón y aleta.
Otra explicación es que, sencillamente, Gladis y su pandilla están jugando. Sí, tal como el humano lo hace con balones, las orcas lo estarían haciendo con barcos en la tierra de nadie entre África y Europa. Pero como están en riesgo de extinción, esto representa una disyuntiva muy delicada para las autoridades con jurisdicción para decirles game over.
Según el portal Orca Ibérica, Gladis y sus compañeras orcas ibéricas son cetáceos de la familia de los delfínidos, de hecho son los “delfines” más grandes. No son ballenas (cetáceos con barbas), son odontocetos (cetáceos con dientes) y, desde luego, no son asesinas.
Se alimentan principalmente de atún rojo del Atlántico, y como esta presa está en peligro de extinción, las orcas como Gladis también. Esta subpoblación nunca come cetáceos u otros mamíferos marinos. Son denominadas Orcas del Estrecho de Gibraltar y Golfo de Cádiz y habitan el Atlántico, específicamente las costas de la península ibérica y de Marruecos.
“Sus parientes más cercanos serían individuos observados esporádicamente en las Islas Canarias y están genéticamente aislados de los individuos que habitan en aguas noruegas e islandesas.