Tras 48 horas dando apoyo sin descanso a los familiares de las víctimas del accidente de tren en Santiago de Compostela, el psicólogo Jorge Carballido confiesa su sorpresa y su admiración por la "entereza humana" ante la tragedia.
"El aguante que tienen, la entereza que tienen...", dice este hombre de unos 40 años con la voz entrecortada y los ojos mirando al cielo, tras haber pasado la noche en el edificio Cersia, un moderno bloque de hormigón del ayuntamiento convertido desde el miércoles en el punto de encuentro de los familiares de las víctimas del accidente que dejó al menos 80 muertos.
"Ya los veis, están ahí sentados con una entereza sorprendente, es la naturaleza humana, no puedo decir otra cosa", explica con emoción contenida pero sobre todo con sorpresa y admiración.
A unos pocos metros, en los bancos frente al edificio, familiares y amigos de 13 personas esperan desde hace horas noticias de sus allegados.
Su situación es quizás una de las más difíciles de entre todas las víctimas del accidente: hasta que no se identifique a los últimos cadáveres, aquellos que están en peor estado y que por ello necesitan un trabajo muy minucioso de los equipos forenses, sus allegados están oficialmente "desaparecidos".
"La información es vital, puede cambiar completamente el comportamiento de una persona", reconoce Carmen Regía, directora de operaciones de Cruz Roja y que coordina el apoyo a las familias.
"Son las autopsias que más están tardando, pero los familiares saben que lo que están haciendo los profesionales es asegurarse al 100% de que todo sea correcto. Lo entienden y lo agradecen aunque son más horas de espera.", explica Carballido.
Ahora la prioridad es la identificación, como recordó el viernes el alcalde de Santiago, Angel Currás, que cree prematuro hablar de ceremonia de homenaje a las víctimas.
"Creo que Santiago tiene que tener un funeral pero es demasiado pronto, la ciudad tardará mucho en recuperarse" asegura.
Noche de espera
La noche ha sido larga y, a pesar de la angustia, la Cruz Roja convenció a los familiares de las víctimas que durmieran en hoteles para no quedarse toda la noche en vela.
En total, según el ayuntamiento, más de 100 familiares de víctimas están repartidos en la ciudad, en hoteles y en residencias privadas, universitarias y religiosas.
Pasadas las doce de la noche todavía llegaban al edificio coches para recoger a los familiares y llevarlos a un centro polideportivo cercano, donde están los cadáveres, un proceso lento y exhaustivo que se repite desde el miércoles, cuando un tren Madrid -El Ferrol descarriló en una curva a pocos kilómetros de la estación.
"Cuando llegan las familias, les tomamos los datos y les damos apoyo psicológico. Una vez hecha la autopsia, los forenses llaman aquí, informamos a las familias y les acompañamos al tanatorio". explicaba de madrugada Carmen Martín, directora de Salud de la Cruz Roja española.
Poco después, como para corroborar sus palabras, un 4x4 blanco de la protección civil se detuvo ante la puerta del centro para recoger a una mujer enfundada en un manta roja y a dos hombres de rostros pálidos, a los que acababan de confirmar la muerte de un familiar.
Una escena que se repitió este viernes y que sin duda volverá a producirse en las próximas horas.
"Lo que tenemos aquí es la grandeza humana, la prueba que cuando nos aprietan de verdad y nos ponemos en situaciones críticas sabemos responder", dice Jorge Carballido, que trabaja como psicólogo en un centro municipal de lucha contra la adicción a las drogas.
"Son personas que no piden absolutamente nada. ¿Qué le vas a decir a una persona que ha perdido a un ser querido? Nada. El gran apoyo son los familiares más que los profesionales" reconoce.
Ahora toca volver al trabajo, al apoyo incondicional a las familias, sin pensar en uno mismo ni el cansancio de horas y horas sin dormir.
"Estamos trabajando bajo el efecto de la adrenalina, pero dentro de dos o tres días caeremos todos en picado, seguro", reconoce.
