Lorca quedó transformada en un pueblo fantasma del que salía una nutrida caravana de vehículos con muchos de sus 90.000 residentes a ciudades y pueblos cercanos para alojarse con familiares. Los comercios, los restaurantes y las escuelas estaban cerrados mientras resonaban las sirenas de los vehículos policiales, y las ambulancias y helicópteros sobrevolaban el lugar.
Unas pocas personas caminaban por las calles. Decenas de miles pasaron la noche a la intemperie en campamentos improvisados. Algunos residentes no pudieron quedarse en sus casas, muchos otros no quisieron hacerlo por temor a las réplicas.
“La fachada y las escaleras del piso donde vivo están totalmente rotas”, se lamentó el residente Tomás Hinojo. “Lo peor ocurrió exactamente donde vivo. Tres de los muertos eran vecinos míos”.
El Centro de Información de la Oficina Nacional Geológica de Estados Unidos en Golden, Colorado, reportó magnitudes ligeramente diferentes y un epicentro más profundo.
Treinta personas fueron hospitalizadas, tres de ellas graves, y otras 260 fueron tratadas por lesiones menores y conmoción inmediatamente después de los temblores, dijo el departamento de salud del gobierno regional.
