Durante años, la Biblioteca presidencial de Richard Nixon fue acusada de cometer otro encubrimiento al estilo de Watergate. Pero ahora, aseguran los archivistas, los secretos han terminado.
La biblioteca abrió el jueves una nueva exposición ampliada que según los académicos proporciona una visión más equilibrada y precisa del escándalo que derribó a un presidente.
“El público merece bibliotecas presidenciales objetivas, no partidistas”, dijo el director de la biblioteca, Tim Naftali, quien aludió a la exhibición original como “inexacta.” Entre otras cosas, la antigua exposición retrataba la épica caída de Nixon como un “golpe” de sus enemigos y sugería que la prensa careció de ética al perseguirlo.
El cambio de imagen, con un costo de 500.000 dólares, estuvo a cargo de los Archivos Nacionales, que tomaron el control de la biblioteca en 2007 de las manos de una organización privada de partidarios de Nixon que había supervisado el lugar desde su apertura en 1990.
La nueva muestra incluye secciones llamadas “Abuso de poder”, “El encubrimiento” y “Trucos sucios”, complementadas con textos y entrevistas grabadas. En una entrevista, el ayudante de Nixon, Alexander Haig, quien murió el año pasado, dice que el presidente le pidió quemar las grabaciones de la Casa Blanca. “Le dije que no”, recuerda Haig.
Algunos materiales nunca se habían visto antes en público, e incluyen entrevistas con figuras como el ladrón del Watergate, G. Gordon Liddy, y el ayudante de Nixon, Charles Colson, quien fue a prisión por los delitos que salieron a la luz a medida que el escándalo se reveló.
El escándalo, que tuvo muchas derivaciones, comenzó en 1972 con la detención de cinco hombres que habían entrado en las oficinas del Comité Nacional Demócrata en el edificio Watergate y eventualmente expuso amplias irregularidades en la Casa Blanca de Nixon, incluido el abuso de agencias del gobierno con fines políticos. Nixon renunció el 8 de agosto de 1974.
Desmantelada hace varios años, la exhibición original sobre Watergate de la biblioteca era más grande que cualquier otra en el momento, con documentos, textos y fotografías a lo largo de un pasillo largo y oscuro. Pero los académicos la ridiculizaron.
Cuando el sitio abrió, el biógrafo de Nixon, Stephen E. Ambrose, dijo que los comentarios sobre una cinta de Watergate muy editada “casi podrían convencer a un oyente de que Nixon nunca ordenó una operación de encubrimiento o pagó un soborno.”
“La presentación hace la mejor defensa posible de Nixon, principalmente en las propias palabras de Nixon, y es completamente autocomplaciente”, escribió Ambrose en una columna en el diario Los Angeles Times.
La Fundación Richard Nixon, que solía administrar el lugar, argumentaba que la exposición era “el punto de vista del presidente Nixon” y que nadie había encontrado ningún error en los hechos de los textos o las exhibiciones.
La fundación, que ahora cumple un papel consultivo, presentó extensas objeciones sobre la nueva exposición el año pasado a los Archivos Nacionales, argumentando que carecía de contexto para explicar el proceso de toma de decisiones de Nixon.
