Hace 8 años, en un recorrido judicial llegamos a una casa porque habían matado a un muchacho en una pequeña pandilla. Íbamos a entrevistar a los familiares y en la casa estaba la mamá del muchacho, recostada en su silla y con los ojos muy cerrados.
Durante la entrevista, ella nunca abría los ojos, cuando de repente comenzamos a escuchar gritos afuera de la casa. La señora seguía con los ojos cerrados y rezaba cada vez más alto. Yo me asomé y vi que la gente gritaba porque había un muchacho, que era amigo del muchacho que habían matado, arrodillado en el suelo frente a un uniformado que le apuntaba a la cabeza. Si disparaba se formaba una balacera y yo estaría en medio de ella. También te podría interesar: En la mente del periodista: El día que sentí la muerte entre mis manos
Por suerte, unos minutos más tarde volvió la calma y me fui. La mamá del muchacho nunca abrió los ojos. Lee también: En la mente del periodista: El día que caminé sobre los muertos