En medio de las calles adornadas por el turismo y la historia colonial del Centro Histórico, el Parque de Bolívar sigue siendo un respiro para el cartagenero de a pie. Así lo evidencian los docentes Sandra Lorena y Alfredo Pérez Caballero, investigadores de la Fundación Universitaria Colombo Internacional, quienes durante más de un año y medio realizaron un estudio etnográfico y documental sobre este emblemático espacio público.
Su investigación “Ciudad, patrimonio y poder simbólico: El Parque de Bolívar de Cartagena como estudio de caso para la construcción de imaginarios sociales” y forma parte de la línea de patrimonio y cultura del grupo de investigación Cuadro en la cual se busca comprender cómo el parque funciona como un escenario de pedagogía ciudadana, donde la vida cotidiana enseña valores de convivencia, identidad y apropiación del espacio urbano.
“El Parque de Bolívar es el único lugar del centro histórico donde los habitantes locales todavía hacen uso del espacio público. En los demás, el turista ha desplazado al ciudadano”, explica Pérez Caballero.

Una mirada desde la vida cotidiana
El trabajo de campo, basado en observación directa, registros fotográficos y entrevistas semiestructuradas, permitió a los investigadores identificar los distintos usos y dinámicas que se desarrollan en el parque a lo largo del día y del año.
Durante las mañanas, el lugar se llena de jubilados y trabajadores que descansan bajo los árboles después de hacer diligencias en el centro. En las tardes, los turistas se mezclan con los locales, y al caer la noche, los grupos culturales y músicos populares convierten el parque en un escenario espontáneo de arte y encuentro.
“Vimos cómo el parque cambia su fisonomía según la hora o la temporada. En diciembre, cuando aumenta el turismo, su dinámica es diferente a la de los meses académicos o las temporadas de cruceros”, relata la profesora Sandra Lorena.
Ese proceso de observación se extendió por más de un año, con largas jornadas de cuatro a cinco horas en diferentes momentos del día. Para los investigadores, este acompañamiento constante fue clave para entender la relación emocional y simbólica que los ciudadanos mantienen con el espacio.

El Parque de Bolívar como infraestructura emocional
Durante la investigación, los docentes escucharon a quienes frecuentan el parque. Una de las voces más recordadas fue la de una mujer mayor que les dijo: “Aquí me siento tranquila, bajo estos árboles me siento fresca y segura”. Ese testimonio refleja un espacio donde los ciudadanos se sienten en casa. “El Parque de Bolívar es como una sala de estar al aire libre”, comentó la profesora Sandra. “Allí la gente conversa, descansa, fuma, se encuentra sin planearlo. Es un lugar donde los cartageneros todavía se reconocen”.
También observaron cómo los vendedores ambulantes, músicos y visitantes interactúan en armonía. En sus notas de campo registraron escenas simples pero significativas: turistas que preguntan direcciones, locales que ofrecen café o recuerdos, y grupos folclóricos que se turnan respetuosamente el espacio para sus presentaciones.
En palabras de Pérez Caballero, el parque conserva una convivencia horizontal, sin vigilancia constante y con un sentido natural de autorregulación. “No hay policía permanente, pero tampoco ocurren conflictos. Es un espacio donde la ciudadanía se autorregula sola”.
El valor histórico y simbólico del Parque de Bolívar
El parque, ubicado entre el Museo del Oro Zenú y el Palacio de la Inquisición, fue el primer espacio urbano diseñado con fines cívicos en la ciudad. Pasó de ser una plaza colonial sin ornamentos a un parque afrancesado del siglo XIX, símbolo de la nueva era republicana.
En su centro se erige la estatua ecuestre de Simón Bolívar, elaborada por un escultor venezolano, concebida como símbolo de independencia y ciudadanía. “Es la representación de la República”, explica Pérez Caballero. “Sustituye la imagen del monarca español por la del ciudadano libre”.
Durante los movimientos sociales de los últimos años, la estatua no ha sido vandalizada, un hecho que los investigadores interpretan como muestra del respeto colectivo hacia ese símbolo. “Los cartageneros distinguen entre el héroe histórico y el valor patrimonial del monumento”, agrega Sandra.

Patrimonio en uso: entre la memoria y el turismo
Uno de los hallazgos centrales de la investigación es que el patrimonio se conserva a través de la apropiación social. Es decir, cuando los ciudadanos usan, disfrutan y cuidan el espacio público.
Sin embargo, los profesores advierten que el turismo ha transformado las dinámicas del centro histórico. Por ello, actualmente, los investigadores trabajan en un proyecto institucional que busca crear lineamientos para la gestión del Centro Histórico de Cartagena, considerando que es un espacio patrimonial, pero también vivo y en uso constante.
“Queremos que el patrimonio no sea solo un conjunto de monumentos, sino lugares donde la ciudadanía pueda seguir habitando”, afirma Pérez Caballero.
Un refugio urbano que enseña sin palabras
A lo largo de su estudio, los docentes comprobaron que el Parque de Bolívar sigue cumpliendo su función original: ser un espacio de encuentro, diálogo y convivencia. Entre risas, conversaciones y sonidos de tambor, el ciudadano cartagenero se reafirma como parte del corazón de su ciudad.
“El parque enseña sin aulas. Es un espacio donde la vida cotidiana se convierte en una lección de ciudadanía”, concluyen los investigadores.