Cuando se habla de una educación con altos estándares de calidad, es menester remitirse a la base de la misma, a esa preparación inicial que va desarrollando en los estudiantes desde sus primeros años, muchas de las habilidades que serán parte de sus fortalezas en la vida adulta.
Aprender desde muy pequeños cómo manejar sus emociones, cómo planificar sus acciones, cómo trabajar en equipo y cómo ejecutar sus ideas, son habilidades que marcan la diferencia y ubican a la educación recibida en otro nivel.
De la importancia e interés que se da a lo largo del camino académico a las emociones de los niños, se puede también establecer una educación estructurada desde el preescolar, excelencia que se verá reflejada en el aprendizaje y el resultado final cuando se esté a un paso de escoger los estudios superiores.
Los proyectos que se van gestando conforme se logran avances en la educación, están encaminados a garantizar que las habilidades que se descubren o adquieren en la etapa del preescolar, se desarrollen en un programa coherente hasta la graduación.
En este proceso se mantiene el Colegio Británico de Cartagena, institución educativa Cartagenera que ha logrado manejar a su favor los grandes desafíos que implica mantener altos estándares de calidad en la educación, junto a la honesta intención de formar jóvenes felices y emocionalmente sanos, retos de los nuevos tiempos que el colegio ha logrado ver como grandes oportunidades de elevar el impacto de su aporte a la sociedad del futuro, educando líderes gestores de un verdadero cambio positivo.
“No existen buenos o malos colegios, cada uno es totalmente diferente, con un ADN único, que habla de la cultura y del espíritu de esa comunidad”, explica la rectora Liliana Medina, haciendo referencia a la gran visión internacional que la institución ha venido desarrollando con miras a un mundo globalizado, que requiere inevitablemente de herramientas, métodos y aliados estratégicos para obtener siempre los mejores resultados y permitiendo así que sus estudiantes accedan a las mejores oportunidades que el mundo pueda ofrecerles.
Liliana, quien es licenciada en Lenguas Modernas de la Universidad Javeriana, especialista en Gerencia de Instituciones Educativas de la Universidad Tecnológica de Bolívar, con 20 años de experiencia en el sector educativo, y más de seis años trabajando con amor y dedicación para el colegio, se apresta a cumplir su primer año desde el cargo de rectora de la institución, el cual reconoce como uno de los retos más grande y bonitos que ha asumido durante toda su carrera.
Es por eso, que desde el día uno en su nuevo roll dentro del colegio, ha focalizado su atención en la construcción y desarrollo de acciones coherentes, que sumen atributos diferenciadores, al proceso de aprendizaje y acompañamiento emocional y proyección global que la institución sustenta como propuesta de valor, que en resumen busca llevar a sus estudiantes a alcanzar su máximo potencial.
“En el CBC no buscamos que todos sean arquitectos, médicos o abogados, queremos que cada uno sea la mejor versión de sí mismo”, agrega Liliana Medina, quien, en su experiencia como madre, tiene claro lo que un niño aprende y necesita en sus diferentes etapas.

Los cambios evidentes
Es apenas normal que luego de experimentar una situación tan trascendente como lo fue la pandemia por Covid 19, acontecimiento que logró cambiar el orden mundial en menos de dos años, un sector como el de la educación pensara rápidamente en reinventarse para adaptarse a las nuevas necesidades de niños y familias que ahora veían inevitablemente el mundo de otro modo.
Cambios en la metodología, el enfoque, la generación de oportunidades globales y la prioridad en el manejo de las emociones, fueron varios de los cambios reactivos que el colegio británico emprendió en pro de brindar una educación mucho mas adaptada a las nuevas expectativas.
El Colegio Británico de Cartagena se propuso trabajar desde el inicio del proceso formativo en la primera infancia, avalados por el currículo internacional High Scope, guiados por su metodología basada en el aprendizaje activo, ofreciendo a los estudiantes ambientes armoniosos para el aprendizaje que les permitan desarrollar su máximo potencial, mientras fortalecen sus destrezas, su curiosidad y creatividad, siendo ellos los principales generadores de experiencias reales en el aula.
“Este sistema desafiante y estructurado, trabaja en ocho áreas estructurales, la matemática, la ciencia, la tecnología, el lenguaje y la comunicación, los estudios sociales, el arte, el bienestar físico y el emocional, que es la mejor forma de dar estructura a ese marco”, aclara Medina.
El enfoque descrito persigue que el niño sea el centro del proceso educativo, en donde se espera que el docente planee dinámicas fluidas y ponga en disposición todos los elementos en el entorno, de tal forma que promuevan y propicien iniciativas claras por parte de los estudiantes, detonando así inevitablemente su creatividad mientras inherentemente se desarrollan en ellos habilidades de planeación, trabajo en equipo y resolución de problemas.
Complementando este proceso, el programa de inteligencia emocional “Ruler”, avalado por la Universidad de Yale, permite monitorear el estado emocional general e individual de los estudiantes en el aula y proporciona herramientas efectivas al docente para la gestión y el manejo de estas, además de brindar pautas importantes que ayudan al estudiante a reconocer, entender y gestionar sus emociones de la mejor manera y aceptarlas. Este programa tiene se aplica desde el grado más pequeño del preescolar (K1), hasta el grado 12.