Regina Palacios Cano cumplió 106 años el 7 de septiembre de este año y por el número de años vividos que ostenta, ustedes, lectores, habrán sacado cuentas, sí, nació en 1917, en Villanueva, Bolívar. Es la modista por excelencia del pueblo. Una matrona arropada por sus generaciones que han tenido el privilegio de ser amados, protegidos y resguardados por más de un siglo, para ella, el amor se resume en siete hijos, 88 nietos, 90 bisnietos y 72 saltacorrales como comúnmente se conocen a los tataranietos.
Le pregunto a qué se debe el término ‘saltacorral’, ella cuenta que desconoce el origen y que es algo de su época: “Así llamaban a los últimos que la familia tiene”. Pero como la vida es cíclica, esos 72 saltacorrales no serán las últimas ramas de su árbol, así que todos los descendientes que nazcan después de los bisnietos llegan para saltar de corral en corral hasta llegar a su regazo. Lea aquí: Cumple 100 años y todavía hace boll
Una de sus nietas asegura que su abuela es tan querida con todos, que todavía los cuida como cuando tenía la vitalidad de una joven que hacía docena de trajes por semana y arregla bolsas de ropa cada amanecer, cuidaba de sus hijos y disfrutaba de la compañía de su esposo, Manuel ‘el mono’ Orozco, un agricultor que sabía cómo consentir a su mujer, con comida fresca, sembrada y recolectada por él.
Fue un matrimonio de 70 años y hubieran durado toda la vida, pero la muerte tocó a su puerta en 2014 y le arrebató a su gran amor, desde ese momento, se dedicó a coser y a cuidar de su familia que crecía y crecía cada año más y más. Lea aquí: Felices 101 años a Aída Díaz, la longeva de Blas de Lezo
Sus cabellos son blancos como la pulpa del coco, sus manos no se han envejecido como su cédula, en su rostro todavía se ve firmeza de carácter, pero sus piernas cuentan la historia de la lucha que ha enfrentado contra los trombos.
Allá en el barrio El Pueblo, sobre una loma está su casa, un lugar conocido por cada habitante del pueblo, pues era ella la encargada de vestirlos no solo para sus actividades cotidianas sino para las fiestas tradicionales. En Villanueva, quien no fue donde Regina, no recogió la fórmula para tener una vida espléndida y duradera. Lea aquí: Tito Nieves: “La salsa vive, la salsa no tiene comparación”
Cosió hasta los 100 años, pues los achaques de salud no le permitieron seguir en los gajes del oficio, sentada frente a las máquinas que su esposo le compró, jugando con los colores, las texturas y una sin fin variedad de hilos. En sus inicios, su creatividad era iluminada por una lámpara de gas, sus creaciones se movían por el pueblo bolivarense y por la calle larga del Centro Histórico de Cartagena, donde eran comercializadas en una miscelánea conocida como Lucrecias Burgos.
Sus hijos o marido traían la mercancía, mientras en su casa no paraban de escuchar la fuerza y el ímpetu de la máquina de coser, esa rabiosa aguja que sube y baja entrelazando historias. Lea aquí: Con una canción, rinden homenaje al rey vallenato Manuel Vega
La describen como un ser amoroso, apacible, querida y servicial con su comunidad. Su hija asegura que la longevidad se debe a que Dios siempre ha estado con ella, mientras que Regina, manifiesta, que la fuente de su vida, además de ser una mujer muy devota, se lo debe a la comida, suelta carcajadas pausadas y con intervalos de silencio, como una niña pequeña que ha revelado un secreto de estado.
Para ella, la yuca con pescado, representa la felicidad, así que, por nada del mundo, puede faltar en su mesa, antes cocinado en el patio de su casa con leña, a lo que todos concuerdan que quedaba más rico. Lea aquí: Son 100 años, ¡Felicidades, doña Elizabeth!
Si usted está buscando el elixir de la juventud, no busque más, porque Regina Palacios Cano se lo acaba de regalar, disfrutar de la comida, de la compañía de su familiares y recordar la vida con todo lo bueno que le ha regalado.