De sus 83 años de vida, más de seis décadas Gustavo Angarita los dedicó a la actuación, tanto en teatro y en cine, pero en especial en la televisión, haciendo parte de los elencos de algunas de las series y telenovelas de la historia de la pantalla chica.
Pero no todo el mundo conoció de otra de sus grande pasiones, la pintura, arte al cual se dedicaba en la medida de lo posible, pues como actor, vivió la época en la cual la televisión le exigía al actor largas jornadas laborales diarias durante varios meses consecutivos, todo dependiendo del éxito de la misma al aire. Lea: Gustavo Angarita, ícono de la actuación colombiana, falleció a los 83 años
Si bien, las artes plásticas siempre fueron de su interés, cerca de los 50 años de edad decidió emprender esta nueva aventura artística, con un pequeño taller en el norte de Bogotá para empezar a plasmas sus inquietudes y deseos en distintos lienzos, buscando la técnica en la cual se sintiera más cómodo.
Encontró en ella, el complemento ideal a su quehacer actoral. Tanto en teatro, como en cine o televisión, siempre es un trabajo colectivo, que involucra a decenas o centenas de personas en cada paso, en cada escena que se va construyendo, habitualmente en desorden, para luego armar como un rompecabeza en la edición de postproducción.
La pasión que hizo único a Gustavo Angarita
La pintura le permitía un crear en la soledad de su estudio. No tenía que atender un llamado al set de grabación y sentirse presionado a cumplir con un número determinado de escenas en cada jornada. Podía llegar y tomarse todo el tiempo que quisiera para preparar uno a unos sus pinceles, ensayar y probar hasta encontrar uno a uno los colores que deseaba utilizar, y luego sentarse frente al lienzo para dejar que la inspiración fluyera.
Se consideraba un pintor lento, una obra le podía tomar meses hasta terminarla, por lo que siempre tenía varios proyectos en curso a la vez, pero tampoco tenía afán, lo importante era la experiencia, la creación, más allá del resultado final.
En muchas ocasiones, tras horas y horas encerrado en su taller, acompañado de un pequeño radio, tan sólo había realizado un par de trazos en el lienzo, pero la paz y la tranquilidad que le generaba este arte, era único para él.
Nunca quiso que su pintura fuera encasillada dentro de una tendencia, pero quienes la conocieron, aseguraban que buena parte de ella estaba asociada con el surrealismo y el arte pop. Pero más allá de eso, sencillamente era su mejor refugio creativo.
La pintura era su espacio creativo más íntimo, y un refugio creativo alejado de las creaciones colectivas del teatro y la pantalla.
Muchos de sus colegas actores y conocidos se sorprendieron cuando en 1994 se anunció que parte de su obra haría parte de una exposición de instalación experimental en 1994 en el teatro Jorge Eliecer Gaitán de Bogotá, porque pocos conocían de esas inquietudes en las artes plásticas de Gustavo Angarita.
Aunque expuso y fue invitado por varias galerías, su intención no fue llegar a dicho nivel, ni pensar en la construcción de una obra pictórica como tal, tan solo el disfrute de crear y la paz que esto le generaba.