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María Méndez: la bruja artista cartagenera que lee el café en el MAMC

La artista cartagenera transforma el café, el cuerpo y la memoria del Caribe en un conjuro sensorial que se ve, se huele y se siente.

María Méndez: la bruja artista cartagenera que lee el café en el MAMC

María Méndez: la bruja artista cartagenera que lee el café en el MAMC. //Foto: IG @mariamendez.art

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En el Baluarte de Santa Catalina huele a café, a piedra húmeda y a mar. Allí, entre las murallas que guardan siglos de historia, María Méndez instala su conjuro. No con calderos ni varitas, sino con arte. Es la bruja del Caribe -como ella misma se nombra- que mezcla memoria, espiritualidad y cotidianidad en piezas que despiertan todos los sentidos: vista, tacto, oído, gusto, olfato… y alma.

Su exposición “Guarrú, conjuro para devenir en lluvia”, ganadora de la Beca Exposición Individual In Situ - Túnel de Escape del Ministerio de las Culturas y la Escuela Taller Cartagena de Indias, convierte el baluarte en un templo sensorial donde las paredes respiran humedad y los muros huelen a café. “La muralla es un ser vivo -dice-. Absorbe la lluvia, el mar y la ciénaga. Yo solo vine a recordarle que todavía puede llorar”.

María Méndez. //Foto: IG @mariamendez.art
María Méndez. //Foto: IG @mariamendez.art

De la cocina a los museos

María se formó en la Escuela de Bellas Artes de Cartagena, pero su verdadera escuela fue la cocina. Desde niña observaba los movimientos de las manos que cocinaban, los gestos de su madre y sus vecinas cuando rallaban coco o revolvían el arroz. “Siempre me pareció una danza, un lenguaje de señas. La cocina es un espacio de poder, de amor y de disputa, pero sobre todo, de cuidado”. Lea: La historia de Mateo Blanco, coleccionista de arte latinoamericano y rarezas

Esa mirada transformó su manera de entender el arte. Para ella, los objetos cotidianos son símbolos de comunidad y resistencia; de ahí nació su alter ego artístico, ‘Rayo Bruja’, inspirado en el rayador de coco -herramienta ancestral que convirtió en máscara y emblema: “El rayador era el centro de la casa y cuando alguien rallaba, todos se reunían”.

Trabajando en el Museo Histórico de Cartagena, se topó con un hallazgo que cambió su vida: en los archivos de la Inquisición aparecía el nombre de una mujer acusada de brujería en el siglo XVII. Se llamaba María Méndez también. “Esa coincidencia fue poderosa. Sentí que tenía que continuar su historia, hablar por todas las mujeres que fueron silenciadas”.

Ese descubrimiento marcó el inicio de una investigación artística sobre la memoria y la espiritualidad femenina. En México, donde vivió varios años, amplió su obra con residencias y programas de arte contemporáneo. Allí también nació su ritual más íntimo: las lecturas de café.

El café como oráculo

En 2019 María viajó a México para estudiar en el programa SOMA y lejos de Cartagena, enfrentó su propio proceso de introspección. Durante la pandemia, aislada y con dolor por la soledad, descubrió una nueva relación con el café: María sentía un hambre extraña. No de comida, sino de tierra.

“Tenía unas ganas inmensas de comer tierra”, recuerda. “Entonces agarré Cien años de soledad y empecé a buscar el momento en que Rebeca come tierra. Y ahí entendí: era un hambre primitiva, un deseo de volver a lo elemental”.

Como no podía comer tierra, agarró la cafetera, el filtro y comenzó a comer café. A puñados, amargo, pero con una sonrisa.

Su madre, al notarla rara, le disparó una frase que nunca va a olvidar: “Te encuentro pensativa y atribulada por cosas tuyas”, y entonces recordó la historia que hay tras esas palabras: “Cuando mi mami y mi tía Rita decían esa frase se referían a una taza negra, como un mal augurio y ahí me di cuenta, claro, que yo me estaba atribulando de café y mi mamá no lo sabía”.

Allí nació, por primera vez, su curiosidad por aprender a leer el café, un arte que su madre practica desde hace muchos años: “Tómalo como si fuera un libro, pero en vez de páginas, son tazas”. Esa frase la inició en la lectura del café, un arte que transformó su curiosidad en ritual: “El café empezó a hablarme”, dice.

Poco después, le dolieron las muelas, fue al odontólogo. “La doctora me dijo que me estaban saliendo las cordales y yo, muy seria, le confesé: doctora, estoy comiendo café. Me dijo: ‘¡No sigas, te va a crecer una planta de café en la boca!’. Y ahí quedé pensando. Claro, ¿y si crece? ¿Dónde nacerían las raíces? ¿Cómo sería ese árbol?”.

Entre el dolor y la risa, pidió que le sacaran las cuatro muelas a la vez. Mientras se recuperaba, imaginaba las raíces extendiéndose por el nervio trigémino, buscando luz dentro del cuerpo. “Esa idea me persiguió mucho tiempo. Creo que ahí germinó la semilla de todo lo que vino después”.

Rayo Bruja: el cuerpo como territorio

Desde entonces, su cuerpo se volvió el centro de su obra: espacio, instrumento y altar con Rayo Bruja, el personaje que lleva como segunda piel. En su regreso a Cartagena, su padre -el artesano José Méndez- le construyó la máscara de rallador de coco con una careta de soldadura y así nació el personaje y performance que encarna la energía de los rayos y del coco. Con él, María danza entre las ruinas de la Costa Caribe, atraviesa los túneles de las murallas y escucha a las piedras con una nueva sensibilidad.

“La máscara busca agua salada. Cuando la porto, el cuerpo se vuelve otro instrumento. El movimiento también es una forma de hablar con la historia”.

Esa interacción entre cuerpo, objeto y territorio es hoy el corazón de su obra: el arte como medio para reconectar lo humano con la naturaleza y con las memorias colectivas que sostienen al Caribe.

Guarrú: un conjuro para recordar

Guarrú es la síntesis de todo su recorrido. Una exposición curada por Alexa Cuesta y con curaduría sensorial de Ju Si Reis, que invita a mirar, oler, tocar y participar. La muestra se trasladó al Museo de Arte Moderno de Cartagena - Enrique Grau, donde se exhiben siete acuarelas realizadas con café y agua.

Para María, su trabajo es mucho más que una simple exposición: es una forma de sanar la relación con la tierra, el cuerpo y la memoria. “El arte no puede quedarse en los museos. Tiene que tocar a la gente que habita esos espacios”.

El futuro, en plural

Hoy, mientras las paredes del baluarte respiran su aroma, María sigue soñando futuros posibles: “Yo me niego rotundamente a pensar que solo puede haber un futuro, por eso hago lecturas de adivinación y las dejo abiertas para que otra persona cuando la reciba también lea otro, porque existen muchos futuros. Creo que no estoy pensando en hacer obras solo para mí ni desde un proceso individual ni solitario. Me rehúso a eso. Entonces, lo que veo en mi futuro es un futuro rodeado de mucha gente, de mucha prosperidad y de mucho dinero, muchísimo dinero para mí y para todo el mundo”, concluye entre risas. Lea: Desde El Carmen de Bolívar, Nadir Figueroa transforma Barranquilla con su arte

Su obra es testimonio de un Caribe que resiste y se reinventa desde la espiritualidad, el humor, sus costumbres cotidianas y la ternura. En sus manos, el café se vuelve tinta, la piedra se hace cuerpo, y el arte -como el agua- encuentra siempre la forma de seguir fluyendo.

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